Una de sus obras más célebres, el popular billete de mil pesetas, de curso legal a mediados de los años cincuenta del pasado siglo, cuenta en uno de sus lados con la efigie de los Reyes Católicos que, en el caso de Isabel de Castilla, se inspiró en La Virgen de la Mosca, un pequeño cuadro del siglo XV conservado en la Colegiata de Toro (Zamora).
Además, Morales también realizó en los años sesenta del siglo XX el boceto del entonces telón del Teatro Real de Madrid, décadas después de haber prestado su talento a La Barraca, la compañía estatal de teatro cuya dirección encargó la II República a Federico García Lorca.
De gran oficio
Artista muy difícil de clasificar y de gran oficio, Juan Antonio Morales, nacido en Villavaquerín (Valladolid) en 1909, se libró de la cárcel y de un seguro fusilamiento por mediación de su amigo José Caballero y de Daniel Vázquez Díaz, su maestro en la Academia de Bellas Artes de San Fernando.
Amigo también de personajes como Maruja Mallo, Miguel Hernández, García Lorca y Pablo Neruda, conoció el cubismo (Composición cubista –1933-) y coqueteó con el surrealismo en la línea más onírica (El marinero ciego -1932-), antes de que la Guerra Civil (1936-1939) le sorprendiera en el bando republicano, en el que fue teniente cartógrafo.
En la contienda fratricida ilustró libros para los soldados, como una edición especial del Romancero gitano de García Lorca, y pintó carteles con fines propagandísticos dentro de una época que el comisario de la exposición, Miguel Ángel García, ha definido como "un descanso en su etapa pictórica".
Subsistencia
Detenido, encarcelado y a punto de ser pasado por las armas, Juan Antonio Morales subsistió en la posguerra como diseñador de decorados e incluso montador de tribunas para actos de exaltación del dictador al que combatió en el frente.
"Es su época más figurativa, con personas de gran volumen como las que representa en Abrazo de la máscara (1940-1941), un cuadro que perteneció a Dionisio Ridruejo", ha añadido Miguel Ángel García. Un nuevo giro en su concepción creativa le llevó a una estela clásico-renacentista, en las que se inscriben dos peculiares autorretratos, uno con mandolina, fechado en 1943, y otro como Dante, firmado en 1950.
Fue entonces cuando conoció a Elena Blanco, a la que retrató en 1948 y quien le introdujo en los ambientes de la burguesía y aristocracia madrileña, un nuevo filón que desembocó en cuadros de personajes públicos como Francisco Franco y su esposa, Carmen Polo, y de miembros de la Casa de Alba, entre otros.
Pintura delicada y efectista
De sus salidas esporádicas a los Estados Unidos proceden óleos como Wall Street (1953), que también puede verse en la retrospectiva configurada a partir de préstamos de coleccionistas particulares en Madrid, Valladolid, Segovia y Palencia.
Tras ser nombrado miembro de la Real Academia de Bellas Artes de San Fernando (1974) y director de la Academia de España en Roma (1974), su pintura se volvió más delicada y efectista (Roma -1976- y Maxim’s -1977-), aunque no abandonó su condición de retratista, como así lo atestiguan los tres dibujos a la sanguina que en 1973 realizó a los tres infantes de España, Felipe, Elena y Cristina de Borbón.