En la presentación de esta obra en Madrid intervino el historiador español Juan Pablo Fusi, que afirmó que Continente Salvaje es un libro «moral, política e históricamente necesario». Por su parte Lowe, que ha invertido seis años largos de investigación con el objetivo de derribar mitos e ideas falsas y acercarnos a lo que realmente sucedió tras la devastadora contienda, fue categórico a la hora de afirmar, «lo de salvaje en el título puede parecer una exageración, pero no lo es en absoluto».
Falsos mitos
En este apasionante estudio de los años posteriores a la guerra, Keith Lowe puntualiza que uno de los falsos mitos es que la guerra acabó al concluir los combates. «El continente siguió años sacudido por la violencia pues una gran parte de la población no había aceptado aún que la lucha hubiera terminado».
El libro subraya la ausencia de moralidad y la insaciable sed de venganza consecuencia del conflicto. Describe los choques étnicos y los enfrentamientos civiles que azotaron las vidas de la gente común desde el mar Báltico al Mediterráneo y el establecimiento de un nuevo orden que finalmente trajo una difícil estabilidad a un continente devastado.
Lowe dibuja este paisaje infrahumano y desolador para puntualizar: «A las generaciones modernas les cuesta imaginar que semejante mundo pueda existir fuera de la imaginación de los guionistas de Hollywood. Sin embargo, hoy en día siguen vivas y corroborando aquella terrible realidad cientos de miles de personas que padecieron exactamente estas condiciones, no en rincones remotos del globo, sino en el corazón de lo que se ha considerado durante décadas una de las regiones más estables y desarrolladas de la tierra: Europa. En 1944 y 1945, grandes fragmentos del continente vivieron al tiempo este absoluto caos».
Periodo desconocido
Casi todo lo referente a la Segunda Guerra Mundial ha sido estudiado y difundido. Sin embargo, muy poco es lo que se conoce de los cinco años posteriores a la guerra en los que murieron también millones de europeos y decenas de millones sufrieron los horrores de la posguerra.
Basado en documentos originales, entrevistas y estudios académicos en ocho lenguas diferentes, Continente salvaje cambia radicalmente la visión que hasta hoy se tenía de aquel periodo y ayuda a entender la Europa de nuestros días, heredera de aquellos conflictos.
«El hecho de que Europa se las arreglara para salir de este fango y pasara a convertirse en un continente próspero y tolerante», concluyó el historiador en la presentación en Madrid de su obra, «parece menos que un milagro».
Solo supervivencia La posguerra según Keith Lowe Imaginemos un mundo sin instituciones. Es un mundo en el que las fronteras entre países parecen haberse disuelto, dejando un único paisaje infinito por donde la gente viaja buscando comunidades que ya no existen. Ya no hay gobiernos, ni a nivel nacional ni tan siquiera local. No hay escuelas ni universidades, ni bibliotecas ni archivos, ni acceso a ningún tipo de información. No hay cines ni teatros, ni televisión. La radio funciona de vez en cuando, pero la señal es remota, y casi siempre en una lengua extranjera. Nadie ha visto un periódico durante semanas. No hay trenes ni vehículos a motor, teléfonos ni telegramas, ni oficina de correos, ni comunicación de ningún tipo excepto la que se transmite boca a boca. No hay bancos, pero esto no constituye una gran adversidad porque el dinero ya no tiene ningún valor. No hay tiendas, porque nadie tiene nada que vender… nada se produce: las grandes fábricas y negocios han sido destruidos o desmantelados… no hay herramientas. No hay comida. La ley y el orden prácticamente no existen, porque no hay fuerzas policiales ni judiciales… hombres armados deambulan por las calles, cogiendo lo que quieren y amenazando a cualquier que se interponga en su camino. Mujeres de todas clases y edades se prostituyen a cambio de comida y protección. No hay vergüenza. No hay moralidad. Sólo la supervivencia.
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Continente salvaje / Europa después de la Segunda Guerra Mundial
Galaxia Gutenberg 2012.
Traductora: Irene Cifuentes
560 pp.