Una especie de cuartito oscuro que esconde mil y una sorpresas, siete acróbatas y una decena de cambios de vestuario. También un trapecio, aros de diferentes tamaños, una manta de burbujas, luces, música y un sinfín de números que ponen al límite al cuerpo humano. Todo eso es, en apariencia, Circa y su Wunderkammer, el espectáculo que hasta el 5 de mayo ofrece el Teatro Circo Price.
Lejos de esa pura descripción objetiva o numérica se esconde un circo novedoso (basado en la acrobacia) que lleva al espectador a recorrer sensaciones y sentimientos de lo más diversos.
Todo empieza con una especial interpretación de una de las fugas de Bach en la que una ‘bailarina’ mueve tres aros como si de las tres voces que suenan en la obra del compositor se tratasen. Contrapunto hecho con el cuerpo humano, nada menos.
Al límite
Poco a poco el ‘show’ se va animando y llegan números corales llenos de muestras de una resistencia física inigualable en la que las mujeres, como pocas veces se ve, dejan patente su potencial y su alta capacidad para poder con uno, con dos, con tres y hasta con cuatro personas a la vez.
«Es imposible describir este espectáculo. Las expresiones y las emociones que emiten los ejercicios del mismo no tienen nombre. Cuando ves el ‘show’, lo que transmite es que estás ante el cuarto de las maravillas. Esa es mi intención», afirmaba el día del estreno Yaron Lifschitz, el director artístico
«Es difícil describir qué sentimientos quiero expresar al público. Siento que el ‘show’ es realmente una maravilla, una mezcla de belleza, sensualidad y de capacidades humanas. No transmite una única emoción porque ocurren muchas cosas ahí dentro», añadía.
Circa es una compañía australiana con base en Brisbane, que a lo largo de su carrera se ha ganado una importante reputación a nivel nacional e internacional por su innovación en las artes circenses, su desarrollado repertorio y sus programas de talleres locales. Ha paseado sus espectáculos por 24 países de todo el mundo desde 2006 logrando el reconocimiento de la crítica y del público.
Poesía, erotismo y originalidad
Lifschitz creó Wunderkammer a finales de 2010 y desde entonces no ha dejado de introducir cambios. La elección de la música es parte esencial del espectáculo y el espectador puede escuchar desde las obras más clásicas hasta las más contemporáneas pasando por algún ‘escarceo’ musical por parte de los artistas.
¿Quién no siente debilidad por explotar las ‘burbujitas’ del papel de embalar? Circa convierte este deseo generalizado en uno de los momentos más cómicos del espectáculo. Vestidos con un impecable traje dos acróbatas harán de una barra vertical un uso lleno de poesía y de belleza en estado puro. A la vez invitarán a la reflexión sobre las capacidades del cuerpo, sus posibilidades, sus límites… El contorsionismo, esa plasticidad que hipnotiza, nunca pasa de moda y colarse por un pequeño aro abrirá la boca hasta de los más exigentes.
Sin embargo, será vestirse y desvertirse (casi siempre de negro y rojo) el leitmotiv de este cuarto de fantasía no demasiado apto para niños (más bien no debería acudir ninguno menor de 13 o 14 años). Los siete acróbatas de este circo harán de la ropa, y la falta de ella, una forma para crear espectáculo llena de sensualidad, de erotismo y, de alguna forma, de rendir culto al cuerpo en todos los sentidos.