Sin duda, en la década de los ochenta se consumían cantidades ingentes de papel, para expresarse, para reivindicar, para comunicar…Desde los simples folios –donde se dibujan las primeras ideas–, a los pliegos de las múltiples revistas de vida efímera de la época, pasando por las cartulinas donde se estampaba la abundante obra gráfica. Este material, el papel, se convirtió en la seña de identidad de la época y, hoy, en un elemento antropológico necesario para entender lo que aconteció entonces.
La Movida –cuyo nacimiento muchos críticos sitúan en torno a 1977– es para algunos cronistas, pasados los años, un acontecimiento con muy pocos nombres propios: Almodóvar, McNamara, Alaska,… pero hubo muchos más integrantes. No fue un movimiento propiamente dicho, nunca tuvo un manifiesto teórico, solo la coincidencia en las calles de Madrid de un grupo muy amplio de mentes creativas que querían manifestarse y, cómo no, pasárselo bien.
500 obras y 200 creadores
Sin poder llegar a hacer un recorrido enciclopédico, –es inabarcable–, se ha intentado mostrar el mayor número posible de obras –casi 500– donde el papel, como soporte, es testigo de la efervescencia de los ochenta.
La exposición reúne a más de 200 creadores y demuestra que fue época de muchas copas, pero también de mucho trabajo. Están representadas todas las disciplinas artísticas: los dibujos de Ceesepe, Fernando Vicente y El Hortelano, los cómics de Nazario, Mariscal y Kiko Feria, los diseños de Manuel Piña, Pepe Rubio y Jesús del Pozo, las fotografías de Alberto García-Alix, Miguel Trillo y Pablo Pérez-Mínguez, las portadas de Óscar Mariné, Juan Gatti y Diego Lara…
Están Costus –se cuenta que todo se empezó a cocinar en su piso de la calle de la Palma– mezclados con trabajos de Ouka Leele, Manolo Quejido y Carlos Franco, y la literatura de Vicente Molina Foix, Eduardo Mendicutti y Luis Antonio de Villena, el cine de Almodóvar y Colomo –se exhiben originales de guiones de sus películas– o letras de canciones de Alaska, Luz y Gabinete Caligari.
Una joven democracia
Este cúmulo de creatividad situó a la capital en el circuito cultural internacional y fue el escaparate de una joven democracia que deseaba abandonar el gris de décadas anteriores para mostrar una nueva cara.
En agosto de 1983, el periódico francés Le Monde escribía en una crónica sobre la ciudad: «Nueva York, Londres, Ámsterdam… apenas resisten la comparación con un Madrid transformado que rivaliza con las grandes metrópolis de la modernidad».
La muestra permitirá, en la distancia, abrir el debate sobre la importancia de aquel movimiento y su peso en la cultura española, cuando ya se han cumplido dos décadas de su muerte oficial que coincide, para algunos de sus protagonistas, con la sevillana Expo’92. Y tal vez, para encontrar puntos de encuentro entre posturas tan antagónicas como los que aseguraban que nunca existió y aquellos otros que la equipararon con la Generación del 27 de Alberti, Lorca o Cernuda.
Seis capítulos
Dividida en seis capítulos –pintura e ilustración, fotografía, diseño gráfico y música, moda, cine, letras y prensa–, esta exposición, que no es una muestra sobre la Movida, sino sobre su papel y el papel que generó, es, según su comisario Pablo Sycet Torres, también una reflexión sobre la relación de ósmosis entre todas estas disciplinas, hasta diluir sus límites formales y así llegar a extenderse más allá de sus territorios naturales, porque la renovación de usos y costumbres que supuso aquel movimiento –a caballo entre dos décadas– también es una parte importante de El papel de la Movida.