Nassim Nicholas Taleb (Líbano, 1960) comenzó su carrera profesional como agente de banca de inversión y la ha reconducido hacia la investigación y el estudio. Es conocido por su enfoque multidisciplinar para obtener beneficios de los acontecimientos imprevistos a través de la economía, la filosofía, la ciencia política, las finanzas, la ingeniería y la historia. Es catedrático de Análisis de Riesgos en el New York University Polytechnic Institute. Su interés actual se centra en los sistemas ‘antifrágiles’, aquellos que se benefician del desorden. Sus libros Antifrágil, El Cisne Negro y ¿Existe la suerte? se han publicado en 33 idiomas.
Cómo beneficiarse del caos
En El Cisne Negro, Taleb planteó un problema (el de las repercusiones que causan las cosas que nadie puede prever…) y en Antifrágil nos ofrece una solución definitiva: cómo obtener beneficios del desorden y el caos, al tiempo que nos protegemos de las fragilidades y de los acontecimientos adversos. Lo que Taleb denomina antifrágil va más allá de lo resiliente y lo robusto. Lo resiliente resiste los shocks y permanece igual; lo antifrágil es cada vez mejor.
Taleb se centra en la incertidumbre como algo deseable, incluso necesario, y propone que las cosas se construyan de una forma antifrágil, pues lo antifrágil es inmune a los errores de predicción.
Multidisciplinar, este libro nos ofrece un programa sobre cómo comportarnos –y prosperar– en un mundo que no comprendemos, y que es demasiado incierto como para que intentemos comprenderlo y predecirlo.
El mensaje de Taleb, documentado e iconoclasta, es revolucionario. Lo antifrágil, y sólo lo antifrágil, permanecerá.
¿Qué es la antifragilidad?
El viento apaga una vela y aviva el fuego. Lo mismo sucede con el azar, la incertidumbre, el caos: queremos usarlos, no ocultarnos de ellos. Queremos ser el fuego y desear el viento. Así se resume la actitud indócil de este autor ante lo aleatorio y lo incierto. No queremos limitarnos a sobrevivir a la incertidumbre, a ir tirando sin más. Queremos sobrevivir a ella y, además, como ciertos estoicos romanos de fuerte carácter, queremos tener la última palabra. El objetivo es domesticar, dominar, conquistar incluso, lo oculto, lo opaco, lo inexplicable. ¿Cómo?
Hay cosas que se benefician de las crisis; prosperan y crecen al verse expuestas a la volatilidad, al azar, al desorden y a los estresores, y les encanta la aventura, el riesgo y la incertidumbre. Pero, a pesar de la omnipresencia de este fenómeno, no existe una palabra que designe exactamente lo contrario de lo frágil. Aquí lo llamaremos antifrágil. La antifragilidad es más que resiliencia o robustez. Lo resiliente aguanta los choques y sigue igual; lo antifrágil mejora.