En 2010, cuando tuvo que sustituir a Marcelo Álvarez en Andrea Chénier, se llevó la ovación de la crítica y la del siempre exigente público del Real. Muchos ven ya en él la renovación de los grandes tenores españoles.
Currentzis está muy contento por trabajar con él porque «es muy raro encontrar una voz como la suya». «Canta Verdi según está escrito y creo que eso sucede por primera vez. Además imita a los grandes tenores del pasado», señala.
Por su parte, Mortier está deseoso de encontrar las fechas y la obra adecuada para León. «Quiero un nuevo papel para él, algo que no haya hecho hasta ahora, y eso sólo lo busco con grandes cantantes. Creo que, por ejemplo, haría un magnífico papel de Curro Vargas. Tener a un tenor distinto es tan raro que queremos buscar algo preciso para él», señala.
¿Qué siente al recibir todos estos halagos?
La verdad es que estoy muy emocionado porque realmente mi misión no es más que trabajar, estudiar, dar lo mejor de mí, trabajar cada obra, mantener la línea y el listón en el nivel más alto. Los compromisos son grandes, es una carrera de vértigo porque estoy trabajando con grandes directores y cuando empezaba jamás pensé estar en los sitios en los que estoy, con los maestros y con las obras que estoy trabajando. Voy mucho a la comparación con el deporte. Pasa mucho con Fernando Alonso, por ejemplo, alguien que admiro mucho y que está pendiente todo el rato de su trabajo. La gente luego te admira, te halaga y siempre viene bien.
¿El trabajo está detrás de todo?
Creo que es el gran secreto. Hay otros factores: circunstancias, casualidades, suerte o como quieran denominarlo, pero hay una base que es de trabajo, de estudio, de perfeccionamiento, de amor por lo que haces… De entregarte en vida a esta profesión.
Ha trabajado como policía, ¿cómo llegó ahí?
Yo ya venía desde los inicios con una trayectoria musical. Tenía que trabajar y, bueno, el trabajo de policía me ofrecía turnos, relaciones humanas que me facilitaban ser como soy, estar con los ciudadanos…
Ese trabajo le habrá dado unas vivencias que le servirán para interpretar ciertos roles, como el de soldado, incluso el de policía…
Digamos que el teatro es la vida, como Pagliacci.
Ha cantado en muchos coros y eso le ha ayudado, ¿recomendaría a los cantantes que pasen por ello?
Realmente son procesos que se van dando. La pasión por la música se inicia en un determinado momento con una obra que te gusta, que te llega y empiezas a enamorarte de la ópera, de la sinfonía, de la zarzuela, de lo que sea… Luego te entra la necesidad o las ganas de participar en la obra, entonces, en función de las posibilidades que tiene cada uno, se va introduciendo en ese mundo y si logra interpretar, genial. Después uno se va perfeccionando o se crea una meta, que en mi caso era claro: cantar como solista.
¿Es fácil decir rápidamente que sí cuando le ofrecen a uno un gran rol como Otello sin pensar en las consecuencias de asumirlo? ¿Se puede uno contener?
Hay que poner el instrumento al servicio de la partitura y ver si es adecuado para ti, si es el momento… No es sólo música. Hay que conocer al personaje, quién lo compone, quién lo ha cantado, qué tiempo lleva prepararlo. Muchas recomendaciones, muchos consejos… Cuando ya entras en una dinámica de trabajo, pues lógicamente vas ampliando las vistas a la hora de elegir un personaje. Después hay un trabajo de maestros, de técnica, donde se prueban cosas antes de tomar una decisión. Se hace un diagnóstico de todo para abarcar a un gran personaje que es una de las grandes obras de Verdi, una de las más solicitadas y de las que menos se representan por falta de intérpretes.
¿Qué tiene que tener una versión del Requiem de Verdi para que usted se sienta a gusto con ella?
El Requiem es una partitura muy compacta. Cuando hablamos de perfeccionar cosas, de trabajar sobre la partitura… Se ponen al servicio varios componentes. Es un gran coro, una gran orquesta con cuatro solistas, que hay que engranar, donde hay momentos de pianísimo-fortísimo muy sonoros, a capellas de tres voces, dúos, tríos… con una sutileza… Registros muy grandes. Hay que tener, como en el deporte, un gran entrenamiento para superar dificultades. Digamos que estos triatlones que se hacen ahora de nadar, bicicleta, correr… Hay que compensar todo para crear una línea lógica y no desaparecer en los pianos y llegar a un fuerte demasiado estruendoso. Eso es necesario también en el coro, que empieza con un pianissimo casi imperceptible que atrapa la respiración del público. Se trata de una obra completa con distintas gamas de color donde encontramos casi de todo.
¿Con qué momento de la preparación de esta obra se queda?
Con todo. Siempre falta tiempo. Creo que nadie hace una interpretación y se queda contento con lo que ha hecho. Cada parcela, cada momento tiene su periodo, que siempre es corto. A la vez puedes llegar a un momento en que necesitas dar otro paso porque si no te estancas. Es como hilvanar… necesitas ir a otro sitio porque si te quedas allí, estático, te enfrías, pierdas interés, emoción, pasión… Entonces digamos que va todo como una ola… Por eso cada vez que interpretas la partitura tienes la oportunidad de interpretar con la experiencia acumulada desde la última vez. Es como el reencuentro con un amigo al que hace mucho que no ves y ha madurado. Está distinto, tiene otras cosas que contar o su vida ha cambiado. Eso también pasa con la partitura.
¿Siente que está viviendo un gran momento?
Desde el inicio hasta hoy he ido viviendo los momentos con mucho cariño. Recuerdo todos, incluso los malos, porque he aprendido de ellos, he aprendido a solventarlos, a seguir con la carrera, a continuar, a creer en mí, en lo que estoy haciendo… Entonces cada momento lo vivo y ahora también. El estreno de hoy y la última función también lo viviré.
Más sobre Jorge León
Nacido en Santa Cruz de Tenerife, estudió en el conservatorio de su ciudad natal con Isabel García Soto. Actualmente trabaja la voz con Alfonso G. Leoz.
En 1998 gana el IV Concurso Nacional Villa de Abarán (Murcia) y en 2004 el X Concurso Internacional Julián Gayarre, el premio José Carreras y el segundo premio del Concurso de Canto Jaume Aragall.
En 2010, una exitosa sustitución en Andrea Chénier en el Teatro Real le lleva a los coliseos más importantes de Europa, como el Palau de Les Arts, donde canta Cavalleria rusticana, La vida breve y Aida con Lorin Maazel, Carmen e Il trovatore con Zubin Mehta y Aida y Tosca con Omer Wellber.
También canta Carmen y Aida en la Arena de Verona, Carmen en el Teatro San Carlo de Nápoles, Madama Butterfly en el Petruzelli di Bari y Tosca en el Teatro Real.
En 2012 obtiene un gran éxito en la Scala de Milán cantando Aida bajo la dirección de Omer Welber, y vuelve al Palau de Les Arts, donde interpreta El Cid dirigido por Plácido Domingo, Tosca e Il trovatore.
En 2013 ha debutado en la Staatsoper de Viena y en la Deutsche Oper de Berlín.