Maïa se mueve entre la chanson francesa, la nana y el vals, y el folk y el pop más melódico. Parece imposible ponerle etiquetas a su música, sin embargo, los adjetivos para describirla salen fácil, a borbotones: melódica, naïf, personal, poética y onírica, inspiradora, madura, fresca y mágica. Todo muy lejos de ese punk-rock del que es fan confesa.
Escucharla supone zambullirse en un mundo complejo, sin límites, que hace los efectos de prisma que se refracta repartiendo colorido y tintes a lo Yann Tiersen o más propios de la música callejera.
El universo de Maïa Vidal
Tras la buena acogida de su primer álbum, God is my bike (2011), hace unos meses sacaba a la luz en toda Europa Spaces, su segundo disco, su prueba de fuego.
Grabado en Barcelona, Spaces supone «un cambio muy grande de estilo» con respecto a su trabajo anterior. “Creo que este giro es algo que necesitaba porque quería experimentar más y empezar otras cosas. En algunos países como en España han pillado esta idea, ya que crítica y público han coincidido en verme como una artista que sigue creciendo, experimentando, cambiando de estilo y que eso está bien. Sin embargo, en Francia no sé si es así. Es todo un poco más complicado”.
Este disco trata, según sus propias palabras, “de una especie de pop experimental cósmico”, ya que antes, confiesa, solía buscar la inspiración en sus nacionalidades y en sus raíces, y ahora es el cosmos quien ha estado muy presente en su forma de escribir. “El segundo disco siempre da mucho miedo porque asusta cambiar y no hacer lo de antes. Me lo he tomado como algo natural y he sentido ese miedo, pero me decía: hay que vivir”.
Una artista completa
A veces una melodía se cuela en su cabeza y rápidamente la graba. Otras son unos versos o unos acordes los primeros en hacer acto de presencia. Todo eso le ocurre y le ha ocurrido principalmente en Barcelona, la ciudad que más le inspira. “Mucha gente viene a Barcelona por unos meses y luego pasan años y sigue aquí. Tiene algo”.
Así, en la ciudad condal, metida en labores de composición, de creación de vídeos y tocando en algunos conciertos, Maïa, ese hada de los juguetes musicales, encuentra el aire que necesita para vivir. “La música está siempre conmigo. Es como dormir, respirar o comer. No podría estar lejos de ella”.