Para el artista brasileño, que se autodefine como escultor, sus obras han sido creadas para atravesarlas, habitarlas, sentirlas e incluso olerlas, lo que permite al espectador experimentar su propio cuerpo, sus sentidos y su mente por medio de la obra de arte y viceversa.
Interactuando con el entorno y con las demás personas, el visitante se ve inmerso en una fusión de escultura y arquitectura. Neto afirma: “Lo que tenemos en común es más importante que lo que nos hace diferentes. Me interesa discutir la situación de la Humanidad, la temperatura de las cosas que vivimos. El tránsito de las cosas. El lenguaje”. Por eso indaga, a través de esculturas que dan lugar a la sensualidad y corporalidad, en aspectos comunes de las relaciones interpersonales.
La exposición se ha gestado en estrecha colaboración con el artista y se concibe como un recorrido de alta densidad en el que vivir toda su esencia y la de su trabajo, una experiencia de olor, color, emoción y lenguaje, de acontecimientos sensoriales.
Para Neto, una muestra es un lugar para la poesía donde el visitante puede escaparse de lo cotidiano: «Todo el tiempo recibimos información, pero quiero que aquí se deje de pensar. Refugiarse en el arte. Pienso que no pensar es bueno, es respirar de la vida».
Un ritmo diferente
El viaje comienza en el Atrio del Museo, en el que se ha instalado una gran pieza, y continúa en las ocho galerías de la segunda planta. Cada sala ofrece al espectador una experiencia distinta y requiere un ritmo diferente para su contemplación o interacción.