Tal y como destaca Pablo Jiménez Burillo, director general del Instituto de Cultura de la Fundación Mapfre, «esta exposición es el fruto de un enorme esfuerzo y realmente estamos ante la oportunidad histórica de contemplar obras de primerísima calidad de Picasso, muchas de ellas apenas vistas antes porque pertenecen a colecciones privadas. Ha sido un trabajo de años. De ir buscando, encontrando estas grandes obras que es prácticamente imposible que se vuelvan a reunir».
La muestra se inicia con el famoso Autorretrato con paleta, de 1906 (Philadelphia Museum of Art), y concluye con el también autorretrato Hombre en el taburete, de 1969, presentado por única vez en la primera exposición del Palais des Papes de Avignon en 1970, la penúltima muestra en vida del genio.
Entre ambas obras, en las que Picasso se autorrepresenta como pintor, transcurren más de 60 años de su vida artística, en los que el artista trabaja en diferentes estudios en el Bateau Lavoir, el Boulevard de Clichy, el Boulevard Raspail, La Boétie, Boisgeloup, La Californie y, finalmente, Mougins… En todos ellos, el taller se convierte, a la vez, en espacio de experimentación y motor de reflexión sobre el ritual y el trabajo del artista en la tradición pictórica. Sus talleres se convierten en “paisajes interiores” –tal como él mismo los llamaba–, en recintos sagrados que representan la crónica de sus variaciones estilísticas e iconográficas.
De principio a fin
El taller: espacio de experimentación. A partir de los años de 1920, el tema del taller se convierte en el centro de la creación artística de Picasso. Los bodegones se ofrecen al exterior, como un nexo de unión entre el taller y el paisaje, que se deja ver a través de la ventana que enmarca la composición. Este paisaje, de luz clara y mediterránea, se convierte en un contrapunto clasicista a las anteriores naturalezas muertas, realizadas con arena y óleo, y con una fuerte carga de experimentación plástica. Velador delante de un balcón (1919) es un ejemplo de cómo el cubismo da paso al clasicismo, estilos que Picasso utilizará indistintamente a partir de este momento.
La modelo en el taller: entre el clasicismo y el surrealismo. La vuelta al clasicismo tiene lugar en torno a los años veinte, tras el viaje a Italia para realizar los decorados del Ballet Parade junto a Dhiagilev. El taller se convierte en el laboratorio en el que Picasso busca nuevas fórmulas que sintonicen sus experimentaciones cubistas con el clasicismo de los últimos años y las nuevas actitudes que el surrealismo le sugiere.
En 1927 conoce a Marie Thérèse Walter que personificará, en sus obras, la pasión y vitalidad renovada del artista. Surge entonces una nueva figuración femenina: las formas curvilíneas y voluptuosas de la mujer adoptan diferentes identidades, se convierten en sinuosos bodegones en el taller, en un sinfín de paisajes interiores y exteriores en el que el artista la recrea.
En estos momentos, en su taller del castillo de Boisgeloup, trabajará sobre el tema del taller del escultor, que trasladará a las estampas de la Suite Vollard. También realizará numerosas cabezas de esculturas que serán trasladadas al papel y al lienzo –Mujer joven con mandolina (1932) o El taller (1934)–.
Las metamorfosis en tiempos de guerra. Los cráneos y las cabezas de toro vuelven a hacer su aparición en las naturalezas muertas que realiza durante el período de la Guerra Civil y la Segunda Guerra Mundial. El ánimo del pintor se deja entrever a través de las vanitas, de amplia tradición española, recordando en su hacer a maestros como Zurbarán o Sánchez Cotán, pero también a través del cuerpo de las mujeres desencajadas, como Mujer en un sillón rojo (1939). Estas obras se presentan como contraposición a los aspectos positivos y gozosos de las obras en torno a Marie Thérèse, y a la placidez de muchos de los dibujos y óleos que realiza a partir de los años cincuenta.
La vuelta al Mediterráneo: parodia del arte. A finales de los años cuarenta y principios de los cincuenta, Picasso pasa los veranos en la Costa Azul. En 1949 compra varios locales en Vallauris y en 1955 adquiere la villa La Californie, en Cannes. En 1958 compra el château de Vauvenargues en Aix-en-Provence y en 1961 se traslada a Mougins, donde fallecerá en 1973. Durante estos años la luz y el color del Mediterráneo se hacen cada vez más presentes en su obra.
En Vallauris se dedica a modelar. La cerámica y muchas de las figuras de este período expresan alegría y felicidad, reflejan el amor por la naturaleza, el mar, la playa, el aire, la arena. De forma paralela realiza obras completamente distintas, irónicas y amenazadoras.
En 1953, tras su separación de Françoise Gilot, Picasso realiza una serie de 180 dibujos dedicados al tema del taller y la modelo. Esta Suite, publicada por Michel Leiris bajo el título Picasso y la comedia humana, recrea de modo casi obsesivo la relación entre el artista y la modelo y, por extensión, la del artista con su creación, con la pintura. El pintor ya no es aquel escultor de la Suite Vollard que se solaza y ríe; la vejez ha hecho su aparición y la reflexión sobre el paso del tiempo es un motivo más en las obras de este período.
Así lo veremos también en el pintor que aparece en las obras realizadas en la planta baja de La Californie, la villa que compartiría con Jacqueline Roque, nueva modelo y protagonista de muchos de sus lienzos. En 1957 Picasso acondiciona otro taller en el segundo piso de La Californie, en una habitación que da sobre la bahía de Cannes y, una vez más, vuelve su mirada hacia los grandes maestros, hacia Velázquez, y realiza un obsesivo e intenso ejercicio analítico en torno a las Meninas.
El pintor y la modelo – 1961-1972
El tema del pintor y la modelo vuelve en los años de 1960 de manera muy intensa. En el taller se producen todas las variaciones sobre este tema, conteniendo siempre sus elementos fundamentales: la paleta, la modelo, un cortinón que enmarca el espacio y, por supuesto, el propio Picasso.
A lo largo de toda su trayectoria, el artista ha ido identificándose con muchos de los personajes que representa en sus obras. El escultor de la Suite Vollard, el minotauro, el bufón… El voyeur es ahora un pintor viejo y la modelo se ha convertido en un “monstruo”. El tiempo ha hecho su trabajo y la mirada se ha convertido en testimonio de ese tiempo.
- De forma paralela a la exposición se ofrecen visitas-taller dirigidas a colegios y familias.
Oportunidad única
La exposición se compone de obras procedentes de 30 prestigiosas colecciones y una parte muy importante de ellas procede de colecciones particulares, por lo que se han mostrado en muy pocas ocasiones al público.
La muestra ha contado con el apoyo de museos nacionales e internacionales, entre los que destacan el Philadelphia Museum of Art, Cleveland Museum of Art, Indiana University Art Museum, Phillips Collection de Washington, Centre Georges Pompidou de París, Tate de Londres, Israel Museum de Jerusalén, Bridgestone Art Museum de Tokio, National Museum of Modern Art de Kioto, Pushkin State Museum of Fine Arts de Moscú, el Museo Nacional Centro de Arte Reina Sofía de Madrid o el Museu Picasso de Barcelona.
Con motivo de esta exposición se ha publicado un catálogo que reproduce todas las obras de la muestra y que analiza en profundidad la importancia que tiene para Picasso el espacio del taller como lugar de experimentación. Esta obra recoge novedosos estudios de Maite Ocaña, Brigitte Léal, Valeriano Bozal, Christopher Green, Neil Cox y Leyre Bozal.