¿Adolescentes enamoradizos y vampiros que caminan bajo la luz del sol? Sí. ¿Rituales blasfemos, violencia y sexo? También. Byzantium es una propuesta sorprendente, capaz de conjugar los elementos de un drama de quinceañeros que viven su primer amor y no encuentran su lugar en el mundo con elementos propios de géneros como la acción o el terror. Y el resultado es bueno.

Ser inmortal no es fácil

Eleanor tiene 16 años y los va a tener para siempre. Su madre, Clara, es apenas unos años mayor que ella pero parece que se ha adaptado un poco mejor a la inmortalidad, o al menos se la toma menos en serio que su hija. Ambas sobreviven como pueden en un mundo hostil. Sin llamar la atención, sin contar a nadie quiénes son en realidad.

La historia de estas dos mujeres avanza en dos líneas temporales diferentes. La acción principal, que transcurre en el presente, se ve salpicada por los retazos del pasado que, poco a poco, va tomando consistencia. Ambos desarrollos se entrelazan, porque los problemas que la pareja protagonista tiene hoy encuentran sus raíces más de cien años atrás.

La película tiene una atmósfera de extraño cuento gótico, con islas neblinosas donde se llevan a cabo oscuros rituales, que va impregnando todo el metraje. La puesta en escena, el vestuario, las localizaciones, la luz y los colores de Byzantium son capaces de crear un mundo misterioso, evocador y atrayente, lienzo perfecto para una aventura sobrenatural como ésta.

En este marco se mueven unos personajes atractivos, salidos de la pluma de la guionista Moira Buffini. No solo las protagonistas sino también los secundarios, algunos de ellos con su propio arco argumental, tienen margen para desarrollarse y enriquecer una historia que por momentos se vuelve coral.

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Vampiras del siglo XXI

Dispuestos a meterse en jardines, el director Neil Jordan y Buffini abordan temas complejos. Más allá de los comunes en historias de vampiros, como las disquisiciones en torno a la inmortalidad, reflexionan sobre la posición de la mujer en un mundo dominado por los hombres. Además, Clara, la madre, se gana la no vida como prostituta y utiliza su físico para conseguir lo que quiere, cosa que no le hace mucha gracia a su hija.

De un modo u otro, el tema más importante de Byzantium tiene que ver con la relación entre las dos protagonistas, los secretos que guardan y se guardan y su conexión con el mundo más allá del microcosmos en el que viven, formado por dos únicas personas.

Tal vez soportar los rayos del sol no sea una de las cosas que se asocien comúnmente a los vampiros, pero los tiempos cambian y con ellos los mitos. Eleanor y Clara siguen alimentándose de sangre humana pero los icónicos colmillos desaparecen para dar paso a una garra retráctil con la que montar sanguinolientas escabechinas cuando hace falta. El ajo o los crucifijos ni están ni se les esperan y tampoco parece que necesiten dormir en un ataúd.

En realidad, el término que usan para referirse a las protagonistas de Byzantium es el de soucouyant o soucriant, un ser de la mitología caribeña a medio camino entre vampiro y bruja que guarda muchos puntos en común con los no muertos a los que estamos acostumbrados por estas latitudes. Las variaciones sobre la base del famoso Drácula consiguen que la cinta de Jordan tenga un regusto de originalidad muy agradable.

Byzantium se suma a una buena lista de películas actuales que exploran el vampirismo desde distintas ópticas. En 2013, Chan-wook Park firmó Stoker, que se aproximaba de forma sutil al tema, mientras que el director estadounidense Jim Jarmush estrenó Only Lovers Left Alive, que pudo verse en el festival de Sitges. Ya en 2014, el festival de Sundance acogió la ópera prima de Ana Lily Amirpour, A Girl Walks Home Alone At Night, una atípica historia de una muchacha vampiro que transcurre en una ciudad ficticia de Irán. Son buenos tiempos para los chupasangre.

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Byzantium
Dirección: Neil Jordan
Intérpretes: Gemma Arterton, Saoirse Ronan, Sam Riley, Caleb Landry Jones
Guion: Moira Buffini
Fotografía: Sean Bobbitt
Música: Javier Navarrete
2013 / Reino Unido, EE.UU. Irlanda / 118 minutos