Se apagaron las luces y apareció, envuelta por la oscuridad del escenario, y cantó a capela. Su voz desgarradora llenó el auditorio. Vestida de negro y con el pelo recogido, con la elegancia que le caracteriza, se presentó ante los asistentes, entre los que se encontraban el actor Jeff Goldblum y el cónsul general de España, José Luis Solano.
Flamenco y universidad
Morente agradeció la oportunidad de cantar en la UCLA y de acercar el flamenco a la universidad, a los jóvenes, algo de lo que su padre se sentiría muy orgulloso. Se dirigió a su público en español, entre los que debía haber muchos hispanohablantes, a juzgar por los numerosos «¡Guapa!», «Olé, chiquilla» y «¡Qué arte!»
Dos guitarras, una percusión y tres voces (entre ellas la de su hermano) le acompañaron, consiguiendo embriagar al público de puro flamenco. Desde la primera nota de Autorretrato se pudo percibir la química y compenetración entre ellos. Se sentía que eran uno y no una sola, aunque todos tuvieron su momento de protagonismo. Su hermano, José Enrique, sobre el tablao, sólo con su voz y su guitarra, deleitó con una canción. Montoyita, guitarrista principal, le dedicó unas notas al maestro Paco de Lucía, y el percusionista nos acercó a nuevas fusiones de rap y flamenco.
Noche de homenajes
En el Royce Hall, este arte demostró una vez más su universalidad. Entre esas cuatro paredes, de excelente acústica, el público fue testigo del verdadero duende flamenco, esos sonidos negros, en palabras de Lorca, que «son el misterio, las raíces que se clavan en el limo que todos conocemos, que todos ignoramos, pero de donde nos llega lo que es sustancial en el arte».
En California se instaló una porción de España. La artista granadina, radiante ahora de blanco y mostrando su melena, homenajeó a los grandes del pasado. Cantó por Miguel Hernández y por Juan Ramón Jiménez, recordó a su padre, a Lola Flores, a Paco de Lucía («las cuerdas de la guitarra están llorando por Paco») e interpretó, a petición del público, un tema de La Niña de Los Peines.
Los asistentes se mostraron emocionados y receptivos en todo momento, pero el punto álgido, el de mayor conexión entre todos, llegó cuando, tras sonar las primeras notas de la esperada Volver, la artista bajó del escenario para entremezclarse con su público. Ya con las luces del auditorio encendidas, Morente tomó en brazos a un bebé de una pareja española, al que le cantó a capela, dibujando una enorme sonrisa en su entregado público.