La enfermedad le sorprendió mientras ultimaba el lanzamiento de su primer disco cantado íntegramente en catalán, y mientras terminaba de dar forma a la grabación de un nuevo álbum en español.
Pedro Pubill Calaf nació en Mataró (Barcelona), en Los Corrales, un pequeño asentamiento gitano, el 24 de marzo de 1935, donde permaneció hasta los cuatro años. Antes de que consagrara su vida a la rumba, Peret se dedicó a los más diversos oficios: carpintero, tapicero, chatarrero, vendedor de tejidos… A los 12 años, ya con el gusanillo de la música en el cuerpo y con una guitarra entre manos, debutó en el Teatro Tívoli de Barcelona junto a su prima Pepi bajo el nombre de los Hermanos Montenegro.
En los siguientes años seguiría perfeccionando su técnica guitarrística, aprendiendo y estudiando flamenco, tocando en locales de Calella, donde, a finales de los años 50, entonces sí, comenzó a andar la rumba catalana.
Casi por casualidad
A finales de 1962 grabó su primer disco; dos canciones (Ave María Lola y Recuerda) que se incluyeron en un epé de aquellos de cuatro temas: Peret y sus Gitanos aparecían en la primera cara. Con el disco todavía sin publicarse, Peret se marchó unos meses a Montevideo y Buenos Aires a ganarse la vida como vendedor de tejidos, regresó con dinero y con la sorpresa de que le estaban buscando para grabar un nuevo disco, estaba vez ya para él solo. Así se inició su carrera discográfica, con La noche del Hawayano como primer éxito en Barcelona.
Vinieron las actuaciones y más discos, con éxitos ya a nivel nacional como El lunar en el pie, Qué suerte, Belén, Belén, Voy, voy, La fiesta no es para feos, El muerto vivo, Rumba pa ti, Don Toribio, o el despegue absoluto con Una lágrima, temas propios o versiones de canciones latinoamericanas que Peret llevaba a su terreno y que convertía en endiablados disparos rítmicos en los que sorprendía su impronta pop, pese a que muchas grabaciones se interpretaran con lo mínimo: guitarras, voz, coros y palmas.
La rumba catalana se destapaba como un género que gustaba tanto a jóvenes como a mayores, ideal para bailar, para amenizar fiestas, para olvidar las penas… En 1967, en el Midem de Cannes, Peret revolucionó al público y aquello le valió la entrada en los mercados internacionales. Se transformó en una estrella que, por toda Europa, se codeaba con artistas como Tom Jones, Paul Anka o Françoise Hardy.
El cine llama a la puerta
El cine llamó a su puerta y vinieron cinco películas con él como protagonista: Amor a todo gas, El mesón del gitano, ¡Qué cosas tiene el amor!, A mí las mujeres, ni fu ni fa y Si fulano fuese mengano. Había crecido como compositor, con un lenguaje personal cada vez más imbricado en el pop, y su ingenio no paraba de fabricar canciones que llevaban en volandas su carrera por Europa y América.
Y en eso que, en 1971, grabó el Borriquito, una canción divertida en la que criticaba la invasión de la cultura anglosajona: Un éxito mundial.
Los años 70 siguieron entre continuas grabaciones y actuaciones en España, Europa y Latinoamérica, con Peret probando e investigando con el soul, el funk, el pop, la fusión étnica…
Instalado como una figura enormemente popular, y con contratos internacionales firmados, sorpresivamente, en 1983, Peret se retiró de la música: se hizo adepto de la Iglesia Evangélica de Filadelfia, comenzó a estudiar la Biblia y acabó como pastor… El “rey de la rumba” ahora era el “hermano Pedro”.
El regreso
A finales de los años 80, Peret ya no creía en la Iglesia, aunque tampoco pensaba en regresar a la música. Es entonces cuando los componentes del dúo Chipén, con su ahijado Pedro “Peret” Reyes al frente, le pidieron que les produjera un disco… Primero dijo que no, y luego, ante la insistencia de los muchachos, dio el “sí, quiero”, de allí saldría Verdad, de Chipén, en 1990, una suerte de homenaje al maestro y productor.
Al año siguiente produjo álbumes de Ramonet, Los Amaya y Joel, y él mismo regresó con No se pué aguantar, rotundo disco con el que también volvía a los escenarios. En 1992, su Gitana hechicera fue uno de los himnos de la Barcelona olímpica, y Peret, junto a Los Amaya y Los Manolos, cerró con una fiesta rumbera su ceremonia de clausura.
Llegaron nuevos trabajos, alguno tan impresionante como Jesús de Nazareth (1996), en el que recogía las canciones que había compuesto durante su retiro religioso. En 2000, en el polo opuesto, grabó Rey de la rumba, un disco sin complejos en el que músicos como David Byrne, Ojos de Brujo, Estopa, Tonino Carotone, Jarabe de Palo, Macaco, Los Enemigos o Amparanoia revisaban a su manera pero junto a él algunas de sus joyas.
Dedicado a la pintura
Semirretirado durante unos años y dedicado principalmente a la pintura, en 2007 lanzó un nuevo álbum, Que levante el dedo, en el que presentaba canciones nuevas. Para su sorpresa se encontró con que una nueva generación de público muy joven conocía su repertorio histórico, y en 2008, en Viñarock fue aclamado por 70.000 chavales ávidos de divertirse con sus canciones.
En noviembre de 2009 publicó su último disco, De los cobardes nunca se ha escrito nada, en el que, principalmente, adaptaba a su aire temas ajenos que fueron importantes en su juventud.
Meses después, en marzo de 2010, los Premios de la Música (organizados por SGAE y AIE) le concedían el Premio a Toda una Vida.