El ruido, la negación, la violencia, la destrucción, la alienación, la anarquía, el nihilismo y la sexualidad forman distintas áreas temáticas de esta muestra, a las que se suman referencias de grupos, textos, música o algunas obras icónicas. Así refleja la multiplicidad de ideas, aspectos y temas que articulan la actitud punk en el arte contemporáneo. Y, como no podría ser de otra forma, PUNK. Sus rastros en el arte contemporáneo es una exposición llena de ruido, explícito pero también en la suma de imágenes y en una voluntad desjerarquizadora de la producción artística contemporánea: mezclando grandes instalaciones, rastros documentales, piezas únicas, múltiples, fotografías, vídeos, pintura. Finalmente, como muestra de los antecedentes y de la historia del punk, la exposición incluye un diagrama que muestra tanto sus orígenes como sus rastros hasta el presente.
Superficie y fondo
«¿Nunca os habéis sentido estafados?», preguntó al público, en el último concierto de los Sex Pistols, Johnny Rotten con rabia. Esa rabia, la misma que empezó en la música, iría más allá de un movimiento musical y se convertiría en una manisfestación de la estafa propiamente dicha de la que hablaba Rotten. Y llegaría a nuestros días, porque ¿quién no se ha sentido estafado?
Pinturas, instalaciones, vídeos o fotografías de artistas de la talla de Jimmie Durham, Dan Graham, Guerrilla Girls, Christian Marclay, Jean-Michel Basquiat, Raymond Pettibon o Paul McCarthy actúan como rastros del punk en el arte contemporáneo, que David G. Torres se ha encargado de comisariar a partir de dos elementos diferenciadores: «Uno es la superficie, el aspecto. Se manifiesta en la tipografía, en referencias explícitas a bandas punk, a canciones punk, al ruido… Es un elemento de trabajo evidente», explica, y es fácil verlo en las letras de recortes de la obra de Juan Pérez Agurregoikoa; en la recuperación de eslóganes punk por parte de Jordi Colomer, Iñaki Garmendia, Aïda Ruilova o Gavin Turk; en el feísmo y la referencia al mal diseño de Fabienne Audeoud o Gelitin; en el uso del ruido y la música punk por parte de Tim Reinecke o Joao Onofre, o en el mítico documental Rock my religion de Dan Graham.
«El otro es más de fondo e intenta, en cierto modo, desmembrar a través de los artistas cuáles son los elementos integradores del punk», señala el comisario. «Está formado por la negación, la violencia, la destrucción, la anarquía, el nihilismo y la sexualidad y se ve en la rebeldía de Basquiat y la furia de Burden, en los golpes de Nan Goldin y Jordi Mitja y también en los autorretratos de Douglas Gordon».
La permanencia
Precisamente sobre la famosa premisa «Punk is (not) dead», a Torres le gusta ser muy literal. «Sí, me gusta asumir que el punk es una especie de zombie, un ‘no muerto’ que sigue insuflando sangre envenenada a los cuerpos y a los individuos en el siglo XXI. De hecho esta exposición va de individuos que continúan infectados por esa especie de malestar».«Por otro lado, más que el punk, son las razones por las que surgió el punk las que están muy vivas. Cuando uno analiza el contexto en el que aparece a mediados de los 70, éste tiene que ver con una sociedad atenazada por la idea de terror, por la crisis del sueño hippie, los asesinatos de Charles Manson, por Valerie Solanas… Eso, en cierto modo, está hoy. También esa juventud sin futuro, martirizada por una crisis de la que no somos culpables… Es muy fácil transportarlo a hoy en día».
El comisario añade, además, a las causas del nacimiento del punk la progresiva institucionalización del contexto musical y señala cómo aparece para discutir a bandas como Génesis y sus canciones infinitas, Pink Floyd o el rock progresivo, al proponer canciones de un minuto. También el «hazlo tú mismo». Todo gira en torno a subvertir un sistema porque se está convirtiendo en algo burgués y establecido. «Creo que sería bueno hacer un espejo y ver cómo la cultura a lo largo de este siglo XXI ha ido cogiendo un peso de progresivo establisment y, al final, de la misma forma, la gente reacciona, aunque con una cuestión añadida, los medios para el ‘háztelo tú mismo’ ahora son inimaginables», apunta. «Yo soy de los que piensan que el punk es el ejemplo paradigmático de una forma de entender la práctica cultural y, por extensión, una forma de estar en el mundo».
La nostalgia también está presente, de hecho, para el comisario, la recuperación de movimientos radicales está cargada siempre de nostalgia, aunque recuerda que es una nostalgia basada en el fracaso, en la conciencia del fracaso. «El punk generó conciencia pero no cambió la sociedad. Es algo así al como el epitafio de la tumba de Malcolm McLaren, una frase de Beckett que dice “Fracasa otra vez, fracasa mejor”, y se basa en pensar en aquellos momentos en que la radicalidad parecía posible e intenta replicarlos con la conciencia de que volveremos a fracasar».
Artistas en la exposición
Carlos Aires, Martin Arnold, Fabienne Audeoud, Bill Balaskas, Jean-Michel Basquiat, Laurent P. Berger, Chris Burden, Tony Cokes, Jordi Colomer, Brice Dellsperger, Christoph Draeger, Jimmie Durham, Tracey Emin, Mario Espliego, Ant Farm, Hans-Peter Feldmann, Claire Fontaine, Chiara Fumai, Iñaki Garmendia, Kendell Geers, Gelitin, Nan Goldin, Douglas Gordon, Dan Graham, Eulàlia Grau, Guerrilla Girls, Johan Grimonprez, Antoni Hervas, Mike Kelley, Martin Kippenberger, João Louro, Christian Marclay, Raúl Martínez, Raisa Maudit, Paul McCarthy, Jonathan Messe, Jordi Mitjá, Joan Morey, Janis E. Müller, Matt Mullican, Itziar Okariz, João Onofre, Antonio Ortega, Tony Oursler, Mabel Palacín, Juan Pérez Aguirregoikoa, Raymond Pettibon, Maria Pratts, Tere Recarens, Jamie Reid, Tim Reinecke, Martín Rico, Aida Ruilova, Pepo Salazar, Santiago Sierra, Federico Solmi, Natascha Stellmach, Gavin Turk y VALIE EXPORT.