Beethoven, Schubert, Schumann, Brahms, Liszt, Wagner y Mahler hablan en él en primera persona. Se relacionan entre ellos. Se entrelazan. Se confiesan. Así, el libro va más allá de los tratados de musicología o las biografías. Habla de música, de obras, de acordes y pasajes, pero sobre todo de vida y muerte, de amor, de soledad y de desesperación. Preocupaciones, ideas, y muchas preguntas que Güell se encarga de lanzar al lector a través unas voces muy bien conseguidas.
Las páginas del libro avanzan como escenas de cine, como fotografías. Es fácil imaginarse a un Bethoveen moribundo en su cama o a un Schumann en un psiquiátrico desgranando toda su vida.
¿De dónde surge la idea de este libro?
Me gustaba la idea de conseguir transformar mi verdad en el propio compositor para que fuera él quien se dirigiese al corazón del lector y le hablase de todos sus secretos, de todas sus motivaciones, de todas sus emociones y de todas sus decepciones. Me parecía que era la manera más directa de poder llegar al lector y convencerlo de que la música de estos grandes compositores es una de las experiencias más fabulosas, intensas y emocionantes que hoy podemos tener.
Este libro surgió como consecuencia de mi relación con Joan Tarrida, el editor de Galaxia Gutenberg, al cual conocía porque habíamos estado muy unidos en el lanzamiento de El canto de la sirena, de Eugenio Trías, ya que era muy amigo mío. Le mandé dos capítulos, el de Brahms y el de Schumann, y después tuvimos una reunión y decidimos hacer un libro sobre todo el siglo XIX. Hacer una novela que relatase la confesión en primera persona de siete de los mayores genios de la música de todos los tiempos: Beethoven, Schubert, Schumann, Brahms, Liszt, Wagner y Mahler, donde a través de sus testimonios de vida y de creación se fueran trenzando en un arco que presentase todo el transcurso del romanticismo, del siglo XIX hasta llegar al principio del siglo XX.
El hecho de que todos ellos sean compositores románticos ayuda a que pueda entrelazar sus vidas, ¿no es así?
Sí, es además un retrato del siglo XIX. Empieza una semana justo antes de morir Beethoven, en 1827, y termina en abril de 1911 con el último viaje de América a Europa de Gustav Mahler. El XIX es ese gran siglo donde la vida y la muerte, el amor, la soledad y todos los sentimientos más desgarrados de sus protagonistas van presentando un todo convulso.
¿Cuánto hay de verdad y cuánto de ficción?
A mí me interesaba no hacer musicología ni historia, más bien servirme de ella para presentar de verdad a los autores, a los compositores. Así, los personajes son todos ellos ciertos, y las situaciones que se presentan pudieron serlo pero en muchos casos no lo son. Son ficción. Me interesaba presentar al compositor de una manera distinta y que pudiese dirigirse a la emoción de los lectores y enseñarles a escuchar su propia música y a vivir su propia experiencia vital a través de este relato.
Cuánto hay de cada exactamente… Diría que hay un 70% de verdad y un 20% inventado.
«Los compositores románticos tienen en común la intensidad de vida y de sentimientos»
¿Qué tienen en común estos siete músicos?
Tienen esa intensidad de vida, de sentimientos… Ese vivir al límite. La creación para ellos es fundamental. A pesar de eso son personalidades completamente distintas. Esa era la gran dificultad de la novela, conseguir siete voces distintas. A pesar de que vivieron en un tiempo y en un entorno cercano son personalidades completamente diferentes y por eso no podía sonar igual la voz de Schumann que la de Liszt o Mahler.
El libro contiene muchas descripciones de las obras, algunas con mucho detalle, ¿está dirigido a estudiosos o melómanos expertos?
He pretendido que el libro, a pesar de usar términos musicales y de estar dirigido también a músicos, fuera para todos los públicos. No importa que el lector no entienda lo que es una séptima disminuida o lo que es el acorde del diabulus. La música está explicada en función de la emoción y lo que es bonito es que se pueda seguir el disco con las descripciones que hago en la novela. Utilizo un lenguaje que para nada es habitual en los textos de musicología. Intento tener una fuerte vena poética a la hora de explicarlo.
Estamos además ante una novela muy visual, muy de escenas…
Es cierto. Creo que mi forma de escribir es fundamentalmente visual, cinematográfica. Es básico que el lector perciba imágenes cuando está leyendo y que la intensidad visual esté presente.
¿Cómo se ha documentado?
Conozco casi toda la literatura de cada uno de estos siete autores y he leído prácticamente todo a lo largo de mi carrera. Lo que he hecho es releer muchas cosas que necesitaba refrescar y también alguna cosa nueva. Esa documentación forma parte de mi trayectoria.
«La música es todo aquello que no se puede explicar con palabras y que sólo se puede intuir»
Aborda muchos otros temas no estrictamente musicales, como lo que pensaba Beethoven de Mozart, cómo fue su encuentro o el triángulo entre Schumann, Brahms y Clara Wieck… ¿por qué interesa tanto este último?
Clara es básica para Schumann y para Brahms. Brahms no levantará cabeza después de su renuncia. Se trata de un momento que yo apunto, pero en realidad nunca estuvo claro si fue Clara o fue Brahms quien decidió interrumpir la relación. A mí me parecía que lo más lógico es que fuera el propio Brahms, que aturdido por los siete hijos que tiene Clara y porque tiene que dedicarse a componer –ya que está empezando una carrera como compositor–, el que decidiera que no era compatible.
En todo caso creo que el libro está lleno de pasiones porque el amor es fundamental. Me parece importante reflejar que estos personajes además de crear una música maravillosa tienen los mismos sentimientos que cualquier persona y sus mismas necesidades: amar, ser amados, tener celos, padecer miserias, etc. Me interesaba humanizarlos para hacerlos más cercanos al público.
También habla de la historia de Gustav Mahler y Alma.
Sí, ese caso es claro. Mahler acaba destrozado cuando se entera, en los últimos meses de su vida, del adulterio de su mujer con Walter Gropius. Lo descubre con una carta de la que hablo en el libro y que le envían a él y no a ella, precisamente. Después también me parece interesante explicar la angustia que le produce tomar la determinación de destruir o no los esbozos de su última sinfonía, la décima.
¿Ese papel de la música como un lugar en el que resguardarse es uno de los grandes mensajes del libro?
Totalmente. La música es el país que tenemos, la zona de nuestra parte de ser humanos que tenemos para, en los peores momentos, tener el consuelo de refugiarnos en ella. La música nos lleva a ese sitio del cual hemos venido antes de nacer y al cual iremos después de morir. Hay un reino que es musical y un mensaje que no es la palabra, que es la propia música que nos hace tener tranquilidad y una cierta esperanza, que nos habla del antes y del después. Es todo aquello que no se puede explicar con palabras y que sólo se puede intuir.
«La apuesta por la cultura debe ser a largo plazo y estar al margen de la política»
Este año Musicadhoy cumple 20 años… ¿qué balance hace?
Cuando en los años 90 volvió a España, las obras de los grandes compositores del siglo XX, Stockhausen, Nono, Ligeti, Kúrtag o Xenakis, no eran conocidas por la mayoría del público y en muchos casos no estaban estrenadas. A mí me interesaba preguntar al público por qué conocían toda la pintura y la literatura del siglo XX y por qué no la música. Era ilógico, así que lo que hice fue trasladar la pregunta a Musicadhoy y a la vez comprender y apoyar a todos los compositores españoles, a la nueva generación, a los nacidos en los 60, 70 y 80, que de alguna manera ha sido una generación emergente muy generosa, con la que hemos hecho miles de conciertos, discos en Viena, producciones de ópera en muchos lugares de Europa… Como productor me parecía muy importante ese compromiso con la música contemporánea, con el público, y con mi propia generación y la generación más joven que yo.
Tenemos compositores como Mauricio Sotelo, José María López López, César Camarero, Alberto Posadas… que son fenomenales y que están haciendo una carrera admirable fuera, algo que hace 20 años era casi imposible. Por eso estoy muy orgulloso y muy satisfecho de haber puesto mi grano de arena para que sus obras se conocieran mejor.
¿Qué haría falta para que en España la música se valorase más?
En las épocas de crisis la situación de la cultura es tremenda. No veo ni siquiera en Podemos o en Ciudadanos, los nuevos partidos, una gran atención a la cultura y eso me parece preocupante.
La cultura es lo que da solidez al país. La cultura, la educación y la investigación es la savia fundamental de la riqueza de un país. Tienen que ser prioritario. La apuesta debe ser a largo plazo y debe estar al margen de la política porque forma parte de la esencia más íntima de los propios países.
El autor y su obra
Xavier Güell debutó a los 17 años como director de orquesta. Después de estudiar en diferentes países con maestros de la talla de Franco Ferrara, Seiji Ozawa y Leonard Bernstein, dirige a la London Philharmonic Orchestra, la Royal Philharmonic Orchestra, la Orquesta Nacional de España y Orquesta de Radio Televisión Española, entre otras. En los noventa funda el festival Musicadhoy, un de los más prestigiosos dedicados a la divulgación de música y artes escénicas en Europa, para en el año 2003 crear Operadhoy, orientado a la producción internacional de ópera.
La Música de la Memoria
Xavier Güell
Galaxia Gutenberg
478 páginas
Precio: 23 euros