Para Larré, la fotografía es una herramienta tecnológica que tiene un «potencial demoníaco». A la hora de interpretar las fuerzas que ésta pone en juego, tradicionalmente se ha dado siempre prioridad a su condición de documento, de testimonio, a los elementos temporales por encima de los espaciales. Sin embargo, la fotografía conjuga una exterioridad que pone en riesgo al sujeto, ya que en ella no es el propio sujeto.
«Toda fotografía, además de tener una interioridad, un tiempo al que remite, un sentido dentro de la historia de los acontecimientos, tiene una exterioridad: una inscripción, un espacio escrito (-grafía), una piel. Comprender una fotografía es sólo posible cuando estamos escritos, inscritos, d-escritos por la misma marca desde la cual hablamos, la misma piel», explica el artista.
La sincronía, definida como coincidencia de hechos o fenómenos en el tiempo, se presenta como un posible y amplio campo de trabajo en la actualidad gracias al auge y a la accesibilidad de las tecnologías de la información. La sincronía abarca el total, no excluye, no divide, no ignora cualquier alternativa. Es una invitación a la coexistencia. Por esto, en Sincronías se puede ver el mundo físico comportarse a su antojo, siguiendo unas leyes que no son humanas, al mismo tiempo que sucede todo aquello que de una manera u otra dicta el curso de las sociedades contemporáneas, corriendo al ritmo impuesto por la información y el consumo.