¿Cómo fue posible tal prodigio? ¿Quién escribió las primeras palabras en castellano? ¿Dónde se imprimió el primer libro en España? ¿Cómo se difundió el español entre los pueblos de América, África o Filipinas? ¿Por qué se habló español en Italia o en los Países Bajos? Este libro nos cuenta la historia como si de una gran aventura se tratara; la aventura de la lengua y la aventura de sus hablantes, que la llevaron de las aldeas a los palacios, de los caminos a los conventos y de las posadas a los documentos oficiales.

La lengua española viajará a América con los soldados, los clérigos, los funcionarios, los artesanos, hasta convertirse en lengua general. Con el tiempo las colonias desaparecerían, pero la lengua permanecería tras las independencias americanas y seguiría creciendo en recursos y hablantes como idioma de una rica comunidad internacional.

Libre y permeable

Víctor García de la Concha, director del Instituto Cervantes, resalta que el español es una lengua que «nació libre y permeable a todo lo que a lo largo de la historia se ha ido encontrando hasta hoy. La lengua crece de abajo a arriba. El español, que ha tenido muchas vidas yuxtapuestas, también».

Por su parte, Francisco Moreno destaca que la lengua española ha dejado de ser en Estados Unidos una lengua marginal para convertirse en algo central. «La lengua es compañera de la vida misma», afirma. «Entre todos la hemos hecho grande. La lengua, y en este caso el español, está por encima de provincias, de naciones y de tendencias».

La historia del español «admira y sorprende a quienes a ella se acercan, y está repleta de rasgos, hechos y circunstancias que merecen calificarse de maravillosa, apunta el autor al comentar el calificativo que contiene el título de una obra que cuenta la evolución de la lengua en todos los territorios en los que se habla, «desde Extremadura hasta la Patagonia, desde Chicago hasta el Pacífico».

Un libro que también quiere ser, concluye Francisco Moreno, «una llamada a la responsabilidad de cuantos hablamos esta lengua, para enriquecer, y no empobrecer, ese riquísimo patrimonio».