En ambos casos los artistas presentan intervenciones espaciales que ponen el acento sobre ciertas singularidades del contexto urbano, traído contra la arquitectura de la propia galería.
Juan López prepara una intervención específica para la Sala Uno de la galería, donde lo urbano pasa a formar parte del interior del espacio expositivo. Interesado en los trazos que delimitan y acotan los espacios de circulación en la ciudad, propone una deconstrucción de lo real para así crear nuevos puntos de vista sobre lo establecido. Este trabajo in situ se complementa con una serie de collages y elementos escultóricos en la Sala Cuatro, que funcionan como bocetos de intervenciones imposibles, o quizá no tanto.
Carlos Maciá presenta tres intervenciones. Una primera que nos remite a su reciente aproximación a la Pichaçao, manifestación original de la ciudad brasileña de São Paulo en donde el artista descubre esta drástica fagocitación del espacio urbano y que aquí acomoda para la Sala Dos.
Para la siguiente sala propone un conjunto de piezas pertenecientes a su serie Markers que funcionan y se articulan a modo de una única gran pieza, consecuencia de la asociación que se produce entre ellas en su propio espacio de trabajo. Y, por último, realiza una intervención pictórica mínima sobre toda la barandilla que recorre las escaleras del edificio, generando un nexo de unión entre las diferentes propuestas.