Entre lo reconocible y lo enigmático, Ribalta se sirve de la fotografía como medio para interrogar la memoria urbana a partir de los cambios urbanísticos que conllevaría esta exposición en una geografía que se extiende de Montjuïc al Parque de la Ciudadela. Este trabajo de campo representa también un proceso autocrítico de observación y desnaturalización.
El artista logra interiorizar los mecanismos de la investigación como método artístico a través de una colección de 150 imágenes analógicas con las que se constituye una obra-archivo que permite al espectador reflexionar y relativizar la memoria histórica de la ciudad de Barcelona y el concepto de modernidad que se asocia con tal fecha.
El proyecto cuestiona el patrimonio arquitectónico y urbano y su preservación mediante la fotografía como medio para fijar la memoria urbana: el monumento, el documento, la ciudad y la fotografía son indisociables de la modernidad.