A good American

William Binney, ex trabajador de la NSA (Agencia de Seguridad Nacional de Estados Unidos), desarrolló un programa de vigilancia que registraba eficazmente cualquier interacción entre terroristas sin necesidad de invadir la privacidad de los ciudadanos. La NSA, deseosa de recaudar impuestos, canceló el proyecto por ser demasiado barato. Tres semanas después tuvo lugar el 11-S.

El documental de Friedrich Moser pone al descubierto una historia asombrosa que retrata a un organismo más corrupto de lo que pensábamos. El espectador abandona la sala con una profunda sensación de cabreo al descubrir cómo se optó deliberadamente por un sistema lleno de fallos y se desestimó uno eficaz que quizá habría impedido grandes atentados a los que hemos asistido en las últimas décadas.

Binney rechaza frontalmente la vigilancia masiva y la recopilación exagerada de datos que hacen los gobiernos. La eficacia, según él, estriba en apoyarse en unos pocos parámetros clave y extraer lo importante de ellos. Pero el sistema actual, presto a sacar tajada de cualquier suceso trágico (como se cuenta en un duro momento del documental), ha elegido el camino de propagar el pánico y mantener a los ciudadanos bajo una lupa que irónicamente no sabe ver los peligros reales cuando vienen.

La narración por momentos efectista de Moser tiene una justificación muy razonable: esta historia debe llegar al máximo de personas posible y ser comprendida por estas. Los datos que nos revela, y su protagonista, bien merecen un visionado que deja ganas de combatir (a lo que animan sus responsables mediante acciones en su página).

https://www.youtube.com/watch?v=cXVETt7idLA

The land of the enlightened

En una Afganistán asolada por los frutos de la «Operación Libertad Duradera», los niños se buscan la vida entrando con fuerza en el terreno de la violencia sin pasar por la casilla de la madurez. Siete años estuvo Pieter-Jan De Pue intimando con ellos día a día, conociendo sus sueños infantiles mientras desentierran explosivos soviéticos para venderlos y asaltan caravanas de rutas comerciales.

La del belga, que se lanzó a esta aventura apenas hubo acabado sus estudios en la Escuela de Artes RITS de Bruselas, es una película que diluye por momentos las fronteras entre documental y ficción, introduciendo algunas secuencias que sirven para tomar aire antes de encarar el siguiente destino.

La brutalidad de las acciones bélicas del ejército estadounidense, que considera hermanos a los afganos (en una potente secuencia), contrasta irónicamente con la actitud relajada y divertida de los combatientes, que tocan la guitarra y cantan canciones subidas de tono.

Pero los auténticos protagonistas son los niños, herederos de un mañana nefasto que han decidido tomar las riendas de su destino ante la pasividad y la incompetencia de los adultos. Es horrible reconocer en sus actitudes las faltas de sus mayores. Pero la utopía infantil sigue presente en ellos, cerrando la cinta con una imagen casi de fantasía.