La muestra reúne piezas de 14 artistas de la talla de Ilya Repin, Vera Ermolaeva, Stepan Galaktionov o Helium Korzhev, que han representado tanto a Miguel de Cervantes como a sus personajes en diversos estilos y técnicas, desde el óleo a la acuarela o el dibujo.
Esa exposición permite contemplar el impacto que ha tenido en Rusia de El ingenioso hidalgo don Quijote de la Mancha. El libro, que se ganó la admiración de los grandes padres de la literatura rusa del siglo XIX, desde Pushkin a Tolstói, Dostoyevski o Turgueniev, también conquistó a sus artistas.
Muchas de las piezas de la muestra han servido para ilustrar la obra de Cervantes en sus ediciones rusas, tanto en el siglo XIX como durante los años de la Unión Soviética y en el presente. “Rusia es la tierra de promisión del Quijote y Cervantes. Pocos países han recibido con tanto interés todo lo que tiene que ver con nuestro escritor más insigne”, afirmó Darío Villanueva, director de la Real Academia en la apertura en 2015 del Año Dual de la Lengua y Literatura Española en Rusia y de la Lengua y Literatura Rusa en España, algo que esta muestra reafirma.
Inspiración cervantina
De entre todas las obras de autores extranjeros, quizá sea la novela inmortal de Miguel de Cervantes la más conocida en Rusia. Ya en el siglo XVII y a principios del XVIII quienes viajaron por Europa la leyeron en francés. En 1768, en las librerías de San Petersburgo, se puso a la venta en lengua gala. La primera traducción al ruso se hizo a partir de una versión francesa y data de 1769. Hubo que esperar hasta 1838 para que la novela se tradujera a la lengua de Pushkin a partir del original.
Con los años, la popularidad de la novela fue creciendo. El espíritu caballeresco tuvo una gran infuencia en la formación de las normas éticas de la nobleza rusa. La noción de honor determinaba el código de conducta de un buen número de representantes de la aristocracia. Además, la exitosa acogida que tuvo la novela se reflejó en los ámbitos de la literatura, el teatro, el arte y el cine.
El Quijote trasciende los límites del discurso literario. En 1869, en el Teatro Bolshói se celebró el estreno del ballet homónimo, con música de Ludwig Minkus y coreografía de Marius Petipa. En 1910, en la ópera Don Quijote de Jules Massenet, llevada a la escena en Montecarlo, el papel protagonista corrió a cargo del famoso bajo ruso Fiódor Chaliapin. Ambas obras forman parte del repertorio clásico y se siguen representando hoy. En los siglos XIX y XX, pintores de épocas y estilos diversos utilizaron sus pinceles para dialogar con la novela de Cervantes, realizaron cuadros inspirándose en sus temas e ilustraron la obra.