Flotan desde siempre sobre la figura de Dickinson buen número de interrogantes: ¿quién fue en realidad esta mujer que revolucionó la poesía de su tiempo sin apenas contactar con el mundo que la rodeaba? ¿Por qué decidió que su geografía vital se circunscribiese a las paredes de su casa natal? ¿Cómo pudo trascender esa realidad y desarrollar, con esa profundidad, con esa sensibilidad, los temas que gravitan sobre su inmensa obra?
La mansión en la que transcurrió su vida, la misma en la que murió, sirve de telón de fondo al retrato de una mujer nada convencional de la que, como queda dicho, se sabe muy poco. Nacida en 1830, fue considerada una niña con talento, pero tras un trauma emocional relacionado con exigencias religiosas ante las que no claudicó -nacida en una familia muy devota siempre se negó a asistir a actos de la iglesia-, dejó los estudios, se retiró de la sociedad y comenzó a escribir.
Con voz propia
Partiendo de esa soledad construyó un mundo literario con voz propia y una de las obras poéticas más brillantes de siglo XIX que sólo sería reconocida en toda su dimensión tras su muerte. Desde entonces, su figura y su poesía han despertado la admiración de millones de personas, entre ellos la del director británico Terence Davies (Sunset Song, The Deep Blue Sea), quien vuelve a demostrar su querencia por lo literario y, a través de Historia de una pasión, rinde entregado homenaje a la escritora.
«Era un genio. Se adelantó a su tiempo y sus mejores poemas son enormes. Contenían todo el terror y la belleza del mundo. Destilan la quintaesencia del amor y la muerte», afirma Davies.
Para sumergirse en el universo Dickinson, el cineasta se sirve de Cynthia Nixon (a la que habíamos visto en Sexo en Nueva York), que da la medida de contención y, al tiempo, de mordacidad y sufrimiento que el personaje que protagoniza requería. Por su parte, Emma Bell presta figura a los años juveniles y rebeldes de la poetisa y Keith Carradine a la severa figura paterna. Por su parte, en otro papel lleno de ternura, Jennifer Ehle da vida a Vinnie Dickinson, hermana y confidente de Emily.
Marca Terence Davies
Por motivos presupuestarios, la casa en la que la película está rodada no es la original de la familia Dickinson, sino una réplica exacta que se construyó en Bélgica. Ahí vuelve el cineasta a hacer un alarde no solo en la dirección de los intérpretes y en el medidísimo estudio de planos y secuencias, sino también y muy especialmente, como inconfundible marca de la casa, en todo lo relacionado con la puesta en escena y la planificación de hasta el menor de los detalles de los decorados.
Las dos horas de proyección tienen el tono demorado (que no lento) que el tema que se aborda exige. Davies, fiel a su estilo, logra una belleza llena de fuerza a través de unas imágenes en los que la luz es una protagonista más. La luz y la música que da mayor profundidad si cabe a los versos que, leídos por la propia Cynthia Nixon, marcan el discurrir del relato.
Historia de una pasión. Historia de la vida de una mujer inteligente e irónica, crítica con la religión y con las ideas establecidas, adelantada a su tiempo, retadora y mordaz, en momentos comprensiva, a ratos también intransigente pero, en cualquier caso, la mujer de alma grande bajo cuyo nombre, Emily Dickinson, pervive para la historia una de las escritoras grandes, realmente grandes.
Dirección y guion: Terence Davies
Intérpretes: Cynthia Nixon, Jennifer Elhe, Emma Bell, Duncan Duff, Keith Karradine, Jodhi May, Joanna Bacon
Fotografía: Florian Hoffmeister
Montaje: Pia Di Ciaula
Reino Unido, Bélgica / 2016 / 126 minutos