Esta muestra introduce al espectador en el proceso creativo del pintor barcelonés a través de una selección de más de un centenar de dibujos, cuadernos de trabajo, storyboards, objetos y fotografías.
Dentro del teatro se convocan todas las artes. Nadie discute su filiación literaria y desde sus orígenes está vinculado a la música, pero es a la vez un arte visual, un lenguaje que también habla a la mirada. Esta condición ha seducido a no pocos pintores que, a lo largo del siglo XX y hasta la actualidad, han contribuido con sus imágenes y visión a un salto estético sustancial en la escena contemporánea.
Uno de ellos es Frederic Amat, «un pintor para la gente del teatro y un tránsfuga para los pintores», como él mismo argumenta. Un artista que asegura que el gran legado es la disolución de las fronteras entre los géneros artísticos, «al arte lo que hay es que abrirle la ventana y darle alas». Los materiales de la exposición confirman esta retroalimentación constante entre pintura y teatro.
La trayectoria teatral de Amat comienza cuando era muy joven y comprende aspectos diversos del oficio: escenografía, imágenes proyectadas, vestuario, diseño de objetos, carteles y otros materiales gráficos. Ha sido director de escena y ha ideado espectáculos multimedia como Oedipus Rex (2001), El viaje a Simorgh (2007), Blanco (2008) o Maddalena ai piedi di Cristo (2010), siempre desde la doble perspectiva de alguien que es a la vez un hombre de teatro y un artista visual.
En sus propias palabras, «el teatro me ha salvado la vida, porque el trabajo del pintor es muy solitario. El teatro me ha rescatado una y otra vez de esa soledad. Esto no quiere decir que cuando llevo dos o tres meses trabajando en colectividad hecho de menos la soledad del estudio».
Fuera del cuadro
Frederic Amat, la escena pintada es una adaptación de una exposición anterior producida por el Teatre Lliure de Barcelona que se exhibió bajo el título de AMAT/LLIURE. Comisariada por Antonio Monegal, catedrático en la Universidad Pompeu Fabra, la muestra ha cambiado sus sentido y se centra ahora en «la posibilidad de leer la pintura como un lenguaje que no tiene que estar en un cuadro», asegura el comisario. Dentro del museo «nos abre maneras de ver y de entender la pintura y el teatro que no esperábamos».
Los visitantes van a poder contemplar algunas de las colaboraciones más importantes de Amat, como los montajes de El público de Federico García Lorca o El testamento de María de Colm Toibín, entre otros. El artista es un investigador infatigable de la forma, cada puesta en escena se ensaya con el trazo sobre el papel, y la exposición es una oportunidad única para acceder a un rincón de su taller que raramente se muestra: esbozos y dibujos preparatorios del espacio escénico, storyboards que prefiguran gestos y movimientos, cuadernos de trabajo en los que el texto dramático se yuxtapone con la imagen para dar vida y sentido a una experiencia que el espectador pueda compartir.
Estos documentos son pistas y vestigios que invitan a entrever el taller donde la imaginación deambula, se pierde, encuentra e inventa, y la muestra se alimenta del archivo donde Amat guarda cada paso del viaje. Es una mirada diferente a la relación entre teatro y pintura, desde otro tipo de bastidores. «El teatro es memoria, es lo que nos ayuda a celebrar la vida», concluye Amat.