Hubieran o no nacido en aquella fecha, son pocas las personas que no han visto la imagen de aquel 22 de noviembre de 1963, cuando un disparó reventó la cabeza del entonces presidente de Estados Unidos que circulaba en el asiento trasero de un flamante coche descapotable por una calle de Dallas, Texas.
Su mano levantada que saluda a quienes desde las aceras le aclaman queda congelada en el aire mientras su cuello se dobla y cae hacia la persona que le acompaña: su mujer. Es esa una de las imágenes del siglo XX. El instante del que parte Jackie, la película en la que seguimos los pasos de quien vivió en primerísima persona aquel dramático acontecimiento que conmovió al mundo.
La cámara de Larraín se adentra, con elegancia, en los días posteriores al asesinato para centrarse en el rostro y la templanza de quien no solo tenía que hacer frente a la pérdida de su marido, sino también afrontar el impacto que su muerte había causado en el planeta.
Puede discutirse que al oficiar de forense de un icono, Larraín haya tenido algún desliz hagiográfico. Que acaso cargue la mano en la vertiente más humana de la primera dama viuda. Que pueda resultar algo forzado el retrato de la entereza de aquella mujer que lucha, en medio del desgarro, por asegurar un homenaje digno y heroico a su marido al tiempo que intenta sobrellevar su pérdida.
Actuación conmovedora
Pero lo que no admite discusión es que la actriz que da vida a ese personaje logra una actuación conmovedora. Natalie Portman, nominada al Óscar por este papel y que ya sabe lo que es eso de tener una estatuilla dorada entre las manos -cuando en 2011 lo logró por Cisne negro tras haber sido nominada en 2005 como mejor actriz de reparto por Closer-, da tal veracidad a su hacer ante la cámara que surge en quien mira la duda de si no es ella la verdadera Jackie. Portman no solo logra que sintamos la piel y la desolación de aquella mujer, sino que logra instalarnos en su complejidad. No solo retrata a un ser humano en duelo, sino que a través de su rostro nos instala en el propio duelo como si cada espectador se apellidase Kennedy.
Filmada en 16 mm con el objetivo de alcanzar ese tono documental de imágenes de archivo, la película está llena de momentos de enorme intensidad que hacen que nos planteemos si estamos asistiendo a la recreación de un momento de la historia o a la proyección de fogonazos de lo que en aquellos días cruciales las cámaras de entonces captaron.
Primeros planos y contrapicados en los que la actriz transpira el personaje de un modo sobrecogedor dotan al conjunto de un interés innegable. «Nunca estaremos seguros de cómo era Jackie», afirma el director chileno. «Nunca sabremos de dónde venía el brillo de sus ojos. Todo lo que podemos hacer es buscar. Es lo que hemos intentado a través de esta película llena de fragmentos, lugares, ideas, memoria…».
Dirección: Pablo Larraín
Guion: Noah Oppenheim
Intérpretes: Natalie Portman, Billy Crudup, Peter Sarsgaard, John Hurt, Greta Gerwig
Fotografía: Stephane Fontaine
Música: Mica Levi
Estados Unidos, Chile, Francia / 2016 / 99 minutos