Feng abre la película relatándonos el origen de Pan Jin-Lian a modo de cuento compuesto de hermosas estampas, y este mismo formato le valdrá para narrar con su propia voz la historia de Li Xuelian. Así, durante la mayor parte del metraje toda la acción de la pantalla se concentrará en un círculo central en el que las escenas irán apareciendo a modo de ilustraciones.
Con esta decisión, Feng le da a su cinta un aire de fábula en la que aprovecha para reivindicar la figura de Pan Jin-Lian (o cualquiera de sus homólogas) como la de una mujer vilipendiada por la historia que fue juzgada y castigada duramente por una sociedad en la que son los hombres quienes ostentan el poder. La protagonista de Yo no soy Madame Bovary toma el testigo de Pan Jin-Lian y limpia la imagen que se tiene de ella enfrentándose a ese sistema poblado de hombres que la ven como una mala mujer.
El guion de Liu Zhenyun, que adapta su novela Yo no soy Pan Jin-Lian, convierte la película en una hazaña judicial narrada desde la épica y el tedio. Pueden parecer dos conceptos contrapuestos, pero el caso es que así es. Por un lado, Li Xuelian es una guerrera que hace frente incansablemente a ese monstruo policéfalo que es la burocracia y, a medida que su desesperación avanza, no duda en elucubrar con mentiras, huidas, agresiones e, incluso, el asesinato.
Ironía y absurdo
Por otro lado, la protagonista se enfrenta a nada menos que diez años de recursos legales, lo que en la película se nos presenta tan reiterativamente como podríamos imaginar. El tedio está presente, pero, lejos de ser algo accidental, Yo no soy Madame Bovary lo busca premeditadamente para incidir en lo absurdo de la maraña burocrática. ¿Recuerdan la impotencia y el cansancio que sintieron ante las más de dos horas y media de callejones sin salida de Zodiac? Algo así tienen en la cinta china, pero en lo judicial.
Afortunadamente, Yo no soy Madame Bovary juega a menudo la carta del humor, y es en esos momentos cuando la película crece. La ironía y el absurdo con los que nos cuentan la historia hacen más llevadero el tedio y deja en evidencia lo ridículo de la situación. Además, y a esto también ayuda la música de Du Wei, el relato toma tintes épicos, elevando al nivel de gesta heroica lo que podría haber sido una cinta judicial más.
Fan Bingbing es, por supuesto, el alma de la película, cargando sobre sus hombros con la entereza y la impotencia de una mujer que lucha para restituir su honor, una obstinación que va más allá de cualquier causa económica. Fan, que llena de matices y recovecos su personaje (un trabajo que le valió la Concha de Plata en San Sebastián), se va topando con una serie de hombres guiados por el puro interés, sumando cada vez más adversarios en su batalla.
Yo no soy Madame Bovary es una propuesta peculiar, desde la elección de su formato hasta su propia narrativa. No encandilará a todos los públicos, pero quienes sepan cultivar su paciencia podrán disfrutar de una obra extrañamente divertida y tediosamente épica sobre cuánto estamos dispuestos a sacrificar hoy en día por defender una causa justa.
Dirección: Feng Xiaogang
Guion: Liu Zhenyun (Basado en su novela Wo bu shi Pan Jin-Lian)
Intérpretes: Fan Bingbing, Guo Tao, Da Peng, Zhang Jiayi, Yu Hewei, Zhang Yi, Li Zonghan, Zhao Lixin, Tian Xiaojie
Fotografía: Luo Pan
Música: Du Wei
China / 2016 / 128 minutos