La muestra, que toma su título de una frase que el poeta Leopoldo María Panero dijo al escritor Fernando Sánchez Dragó en su programa Negro sobre blanco (mencionando un libro, el citado por la exposición, que nunca escribió), parte de una constelación de obras y documentos producidos desde la reforma psiquiátrica de los sesenta, junto con una serie de nuevas producciones que plantean un recorrido circular. En ella se interpela a la imagen de la locura en su dimensión más cotidiana, devolviendo al presente las enseñanzas de los movimientos críticos de los setenta, en busca de una nueva cultura psiquiátrica más allá de lo exclusivamente médico, en la que producción artística y afecto complementan el trabajo clínico.
Las obras de Jorge Anguita, Misha Bies, Sofía Bauchwitz, Antonio Ferreira, Jaume Ferrete, Dora García, Pep Cunties, Eduardo Subías, Jesús Atienza, Marian Garrido, Carlos González Ragel, Noemí Iglesias, Carlos Osorio, Misha Bies y La Rara Troupe aúnan la crítica a las condiciones de vida dentro de las instituciones mentales con la exploración de distintos cuadros de trastornos recogidos en los sucesivos manuales de diagnóstico a partir de los años cincuenta, cuando se produce un giro psicológico y subjetivo en la economía global.
Su comisario, Alfredo Aracil, pretende con esta muestra hacer una aproximación, desde lo artístico y lo político, a una problemática a menudo reflejada con sensacionalismo por los medios, alejando al enfermo de trastornos mentales de la imagen de ‘criminal loco’ que suele protagonizar las noticias.
De manera paralela, la exposición cuenta con una serie de actividades a cargo de artistas, psiquiatras y personas interesadas en la salud mental en un sentido extramédico que pretende dejar atrás los estigmas y la soledad que normalmente experimentan las personas que atraviesan la experiencia de la locura.