Una novedad significativa de la muestra es que reúne piezas individuales, a diferencia de otros trabajos anteriores que consistían en su mayor parte en dípticos. Estos nuevos lienzos han ganado en interés por el espacio vacío, creando una atmósfera más neblinosa y menos contundente donde ya no toman tanto protagonismo las variaciones o contrastes cromáticos, sino los matices y profundidades espaciales que se generan en la extensión de un mismo color.
Este territorio evanescente que logra delimitar un espacio para detenerse y pensar nos invita a adentrarnos en la obra con la mirada sin exigirnos nada, facilitando un lugar de encuentro con uno mismo. Es una pintura hacia dentro, más introspectiva, que busca potenciar la capacidad de sugerir de un cuadro. No existen aquí asuntos figurativos ni narrativos; su finalidad es despertar emociones. Son trabajos que requieren pausa y silencio, una concentración que permite que la vista se desplace por la superficie descubriendo matices diferentes.
Al mismo tiempo se presentan las últimas fotografías realizadas por Ignacio Tovar, en las que el pretexto del bodegón le permite al artista componer y trabajar con la textura de la luz de forma reflexiva, dando especial relevancia a la calidez de la atmósfera y las líneas de la composición.