White no trabajó como fotógrafo profesional hasta finales de la década de 1930, cuando se mudó a Portland y fue contratado para fotografiar edificios históricos. Después de servir en el ejército durante la guerra, en 1945 se trasladó a Nueva York, donde trabajó como fotógrafo en el Museo de Arte Moderno y se hizo amigo de eminentes fotógrafos como Alfred Stieglitz.
Loewe presenta 40 copias originales que llegan a Madrid gracias al préstamo de la Galería Howard Greenberg y otras colecciones privadas. Producidas durante cuatro décadas, las imágenes muestran desde paisajes urbanos hasta simbólicos y precisos estudios del cuerpo masculino y tomas abstractas de la naturaleza.
Sus fotografías revelan la visión y el experto tratamiento a la hora de componer y utilizar la luz como medio para evocar un estado contemplativo. White reproducía su trabajo dentro de un rico espectro entre tonos negros y blancos, sirviéndose, además, de encuadres de primeros planos para expresar aquello que no se podía mostrar.
Enraizado en su afinidad por varios sistemas espirituales y la necesidad de proteger su privacidad, estaba más interesado en el potencial simbólico de su arte que en representar la realidad. Homosexual en un momento en que serlo abiertamente era demasiado arriesgado, guardó para sí, a lo largo de su vida, aquellas imágenes que hubieran expuesto su sexualidad. Una sorprendente equivalencia con sus fotos de naturaleza y retratos.
Para White, la imagen iba más allá de lo que el objeto literal mostraba, representaba un estado emocional interno. Como profesor del MIT y de otros departamentos de fotografía animó siempre a los estudiantes a cultivar un sentido del infinito y a transmitirlo metafóricamente en su trabajo.
En 1952 ayudó a cofundar la icónica revista Aperture. Como su editor durante dos décadas fomentó la discusión crítica y reivindicó el valor de la fotografía creativa a la vez que utilizó la publicación como foro para difundir sus ideas sobre cómo hacer y leer fotografías.