La exposición, comisariada por la conservadora jefe del MACBA, Tanya Barson, muestra la excepcional aportación de Castoro a través de la pintura, el lenguaje y la performance, y pone de manifiesto cómo algunas figuras clave del minimalismo, sobre todo las mujeres artistas, no han recibido la atención que merecen. En palabras de Lucy Lippard, quién incluyó sus obras en las muestras 557,087 en el Seattle Art Museum (1969) y 955,000 en la Vancouver Art Gallery (1970), Rosemarie Castoro logró «subvertir el minimalismo en su propio terreno».
Rosemarie Castoro. Enfocar al infinito reúne 250 obras, la mayoría de ellas procedentes de Nueva York (de las galerías Broadway 1602, Hal Bromm Gallery, MoMA, y prestadores particulares), junto a abundante documentación inédita, como sus diarios personales, nunca expuestos hasta el momento.
Esta «pintoraescultora» –tal y como se consideraba Castoro– inició su trayectoria en el campo de las artes gráficas aunque enseguida se interesó por la danza, que influyó decisivamente en su concepción del espacio. Después se inclinó por la pintura y luego por la escultura. También participó activamente en la Art Workers’ Coalition y se relacionó con el feminismo, aunque rechazó involucrarse a fondo por considerarlo restrictivo y una forma de segregación. La muestra, centrada en el periodo que va de 1964 a 1979, incluye pintura abstracta, arte conceptual, acciones performativas, poesía, escultura, instalaciones y land art, y evidencia la diversidad de su práctica artística.
Desde Nueva York
Nacida en Brooklyn en el seno de una familia italoamericana, Castoro vivió y trabajó en Nueva York toda su vida. A finales de los cincuenta comenzó a estudiar arte en el Pratt Institute e ingresó en el New Dance Group, donde se formó como bailarina y coreógrafa. Posteriormente, participó en algunos espectáculos de danza de Yvonne Rainer. Cuando aún estudiaba, conoció al director de cine experimental Hollis Frampton y al artista Carl Andre, con quien se casó en 1963 (se separaron en 1969). Castoro comenzó su carrera como diseñadora gráfica, de ahí la importancia del dibujo en su obra. Una vez graduada en el Pratt Institute, y dada la falta de oportunidades en el campo de la coreografía, la pintura le abrió un nuevo horizonte para desarrollar sus ideas como artista independiente.
Sus primeras obras de madurez, de 1964-1965, son pinturas ejecutadas sobre telas cuadradas, al principio mosaicos pictóricos construidos con la forma «Y» y más tarde con las formas geométricas «Y» dispuestas sobre un fondo monocolor: la composición mínima con el potencial de infinitas repeticiones (la primera manifestación del tema del infinito en la obra de Castoro). Usa colores intensos dispuestos en contrastes cromáticos y tiene una gran precisión en el dibujo a lápiz.
Esta unidad básica «Y» demuestra que su experiencia del mundo era la de una bailarina. Títulos como White Blue Feet, Banded Feet, Feet of Y evidencian que esta analogía antropomórfica se origina en la danza. A medida que la pintura de Castoro iba evolucionando, la artista fracturó la forma «Y» en rayas anchas o barras, un motivo que se distribuía por toda la tela: ya fuera en composiciones aleatorias de apariencia caótica, en pequeños grupos superpuestos o bien siguiendo determinadas pautas gráficas.
Hacia el arte conceptual
Desde 1966 empezó a enfatizar en su pintura las formas geométricas irregulares, aparentemente aleatorias, creadas a partir de superposiciones o interferencias de una barra sobre otra. Dos series de finales de los sesenta indican el uso creciente de los sistemas por parte de Castoro y su desplazamiento hacia el arte conceptual. Cercanas a las abstracciones monocromas, las pinturas denominadas Inventory usan líneas diagonales para registrar mediciones del espacio.
Desde 1968, y pese a que aún pintaba, se aventuró a salir del estudio, «desplazó techos», «agrietó habitaciones» y creó piezas conceptuales en forma de textos. Durante este periodo afianzó su inclinación hacia el concepto de intermedia, como por ejemplo con la instalación de diapositivas y audio del poema concreto A Day in the Life of a Conscientious Objector (1968-1969) o una serie de obras cronometradas, Stopwatch, donde se puede observar una atención obsesiva por el tiempo.
Entre 1969 y 1970 participó en tres exposiciones comisariadas por Lucy Lippard y en una serie de acciones en la calle tituladas Street Works. Algunas de estas acciones consistieron en atar un bote de pintura a su bicicleta y circular por las calles dejando un rastro de pintura, marcar el contorno de una manzana de casas con cinta adhesiva o desplegar un gran rollo de aluminio en el Soho para una performance que tituló Gates of Troy.
Una vez abandonado el color incluye un nuevo elemento espacial en su trabajo. Castoro escribe en su diario: «¿Todos mis problemas giran en torno al espacio? Hace tiempo, el tiempo era mi problema. Ahora, el espacio. Quiero esculpir el espacio. Estoy esculpiendo el espacio».
Pintura, escultura y dibujo
En 1970 empezó a desarrollar paneles apoyados en el suelo que ocupaban el espacio del espectador. Las superficies eran de yeso aplicado con escoba, y luego las cubría sombreándolas con grafito, de modo que las obras combinan pintura, escultura y dibujo. Estos paneles fueron adquiriendo una escala y un carácter casi arquitectónicos que acercaban la obra de Castoro a la escultura minimalista.
A mediados de los años setenta, la artista empezó a producir obras de land art y esculturas públicas de grandes dimensiones que abordan la percepción a través de la perspectiva, un ejemplo más del tema del infinito en su producción. A finales de la década inició una serie de esculturas denominada Flashers, piezas totémicas de acero u hormigón que comportaban una exposición corporal.
El núcleo común que articula todos los trabajos de la artista sería la hiperconciencia de sí misma, respaldada por la costumbre de llevar un diario en el que escribió casi todos los días. Expuestos en su mayor parte por primera vez en el MACBA, revelan la reciprocidad existente entre sus investigaciones personales y las artísticas. Allí dejaba constancia de su vida cotidiana junto a cuestiones existenciales, poesía concreta, dibujos consistentes en gráficos, diagramas, instrucciones, listas… Contienen, además, polaroids programadas en las que se fotografiaba con su obra. Lo ordinario y lo poético, lo estadístico y lo irracional se mezclan.
Rosemarie Castoro vivió y trabajó más de cincuenta años en un loft del Soho en el que también residió Carl Andre, su marido hasta que se separaron en 1969. Este estudio, evocado en la última sala de la exposición, fue su escenario, una extensión de su cuerpo, su refugio y, en definitiva, un protagonista de su arte. De hecho, la escultura de Castoro revela el espacio del estudio en el que vivía, ya que se adaptaba a él.
- Hablemos de… Rosemarie Castoro. A cargo de Tanya Barson y Mariana Cánepa. Sábados 11 de noviembre y 9 de diciembre, 18.30 h. Salas del museo.
- Conferencia-performance. Yvonne Rainer: The Concept of Dust. A cargo de Yvonne Rainer. Martes 19 de diciembre, 19.00 h. Auditorio Meier.