En junio de 1917 Picasso llegó a Barcelona acompañando a los Ballets Rusos de Diáguilev. Iba siguiendo a una de sus bailarinas, Olga Khokhlova, a quien había conocido en abril en Roma, donde estaba instalado para trabajar en el diseño de los decorados y figurines del ballet Parade. La pareja permaneció en Barcelona hasta mediados de noviembre. En estos meses, el malagueño sigue su búsqueda de nuevos recursos plásticos y bascula entre el clasicismo, el expresionismo y el cubismo, además de hallar tiempo para hacer de turista por los lugares más visitados de la ciudad.
El 23 de junio, los Ballets Rusos actúan por primera vez con gran éxito de público y crítica, si bien Diáguilev, su director, decide no programar el esperadísimo “ballet cubista de Picasso”, Parade, tras los escándalos de París y Madrid. Ofrecen seis actuaciones en el Liceu y la temporada finaliza el 30 de julio. Tras una gira por Latinoamérica, los Ballets regresan en otoño y en ocho actuaciones presentan nuevas coreografías, la más notable de ellas Parade, representado en función única el 10 de noviembre.
Picasso pinta y dibuja
Picasso pinta y dibuja en esos meses obras que en unos casos (Blanquita Suárez, Mujer leyendo u Hombre sentado) siguen las pautas cubistas con planos geométricos y colores vivos y contrastados. En otros (Olga Khokhlova con mantilla; Mujer con mantilla [Fatma]; Arlequín; Caballo corneado) opta por un retorno al clasicismo no académico y alterna un lenguaje suave con otro más expresionista. En pinturas como Paseo Colón u Hombre con frutero emplea ambos lenguajes, con variación de perspectivas y una combinación de planos geométricos y elementos naturalistas.
Las actuaciones de los Ballets Rusos en junio y en noviembre, tras su paso por Madrid, y la presencia de Picasso fueron comentadas y celebradas en la prensa local y en los medios artísticos e intelectuales de la ciudad. El artista recibió diversos homenajes organizados por sus amigos de juventud y participó activamente en los eventos culturales de la ciudad.
«Queremos mostrar –destaca Malén Gual– cómo Picasso se reencuentra con una Barcelona dotada de un rico ambiente cultural, muy diferente de la que dejó, y cómo se relaciona con los artistas locales, cuáles son sus paseos turísticos y sus ratos de ocio, así como su producción artística, particularmente fecunda en este período. Durante este paréntesis barcelonés, Picasso, lejos del ambiente opresivo de un París en guerra y lejos de los círculos cubistas, pudo trabajar libremente en busca de nuevas formas de expresión. Es un momento de transición estilística en la obra de Picasso que se prolongará en los años inmediatamente posteriores, cuando las fuentes clásicas se alternan en plena libertad con los logros del cubismo».
Barcelona, ciudad de las artes
En 1917, Barcelona, convertida en refugio de muchos artistas de vanguardia huidos de la guerra, es un epicentro cultural de Europa. Se habían abierto nuevas galerías de arte (Sala Dalmau o Galerías Laietanes) y se publicaron revistas de arte de vanguardia (391; Troços; Un enemic del Poble) se suman a las ya tradicionales Arte y Letras, Vell i Nou y La Revista. Con apoyo del Gobierno francés, el Ayuntamiento organiza una Exposición de Arte Francés en el Palacio de Bellas Artes que sirve de alternativa a los Salones suspendidos durante la guerra.