Concretemos un poco más: por los mejores de la mejor liga del mundo. El prólogo a aquel verano se remonta a cuatro años atrás, cuando aún existía la Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas (URSS) y su equipo subía a lo más alto del podio en los juegos olímpicos de Seúl. Ese día empezó a fraguarse una venganza cuyo guión –en lo puramente competitivo– escondía poca o ninguna sorpresa. Como dijo uno de ellos, Clyde Drexler, era como jugar con tu hermano pequeño: “sabías que ibas a ganarle de calle; la cuestión era hasta qué punto querías machacarlo”.
Y aún siendo la crónica de una victoria anunciada, aquella aventura forma parte de las grandes leyendas de la historia del deporte. Porque tuvo lugar cuando a los jugadores de ese nivel no salían de la NBA y los de otros países entraban con cuentagotas en esa liga. Y de pronto los teníamos por aquí y no a una representación destacada, sino a los monarcas absolutos: a los que enfilaban el tramo final de su carrera (Magic, Bird), a los que vivían su apogeo (Jordan, Pippen) y a los que iban a reinar después (David Robinson, Malone, John Stockton). Todos juntos por primera y única vez.
Sabido el resultado final desde el día en que se concibió el proyecto, había que buscar las incidencias, sorpresas y anécdotas en otros sitios: en quiénes serían los elegidos para la gloria (más allá de los tres o cuatro indiscutibles, hubo empujones para pillar número), en las condiciones que impondrían deportistas tan mimados, en si estaría o no Magic Johnson en Barcelona tras detectarse su infección por VIH unos meses antes, en si acabaría seleccionado Isiah Thomas o el veto de Jordan (“o él o yo”) tendría más fuerza…
En cuanto se supo que el mayor espectáculo baloncestístico del planeta viajaría a la vieja Europa, la revista Sports Illustrated decidió marcarse un reportaje, una portada con cinco de los elegidos y un titular que bautizaría al grupo y ya forma parte del lenguaje cotidiano –sea uno anglosajón o no-: el Dream Team. Y detrás de aquella pieza periodística había un cronista excepcional: Jack McCallum. Conocía bien a todos los jugadores y estuvo a su vera desde el primer partido de preparación contra universitarios hasta la final con la Croacia de Toni Kukok y un retador e inolvidable Drazen Petrovich. Alucinó con la admiración paralizante que despertaban fuera de Estados Unidos: árbitros y rivales parecían estar más centrados en conseguir un autógrafo de Jordan o una foto con Magic que en cumplir su correspondiente misión sobre la cancha. De hecho el mejor baloncesto de aquel verano fue, según testigos privilegiados, un partido de entrenamiento entre un equipo liderado por Jordan frente a otro con Magic al mando. Un enfrentamiento no grabado y ya considerado “el Santo Grial del basket”.
Más de veinte años después, McCallum no se limitó a visitar la hemeroteca para refrescar los recuerdos vividos. Volvió a hablar con todos los protagonistas, los jugadores y su entorno, con la excepción del entrenador Chuck Daly, que murió de cáncer un par de años antes de que decidiera escribir el libro. Una obra entusiasta pero crítica y llena de humor, que rebosa conocimientos sobre baloncesto y se vale de mogollón de entrevistas para introducir al lector en vidas estelares entrelazadas de discusiones, piques, amistades y emociones, glorias y miserias, de un grupo humano con egos gigantescos que, como apuntó Larry Bird, se disolvió justo a tiempo. “Si hubiéramos estado juntos dos semanas más, habrían comenzado los problemas. Se veía venir”. Y eso que dedicaban más tiempo al golf que a entrenar o a buscar el modo de salir del hotel… sin guardaespaldas.
McCallum es, además, un retratista formidable. Por mucho que uno sepa del extrovertido Magic, del competitivo Jordan, del resentido Pippen, el hipersensible Robinson o del tímido Stockton, el autor se las apaña para insuflar complejidad al estereotipo que arrastran cada uno de ellos. No obstante, como era previsible, las mejores frases del libro salen casi siempre de la boca del kamikaze Barkley (“A mí Angola no me dice nada. Lo único que sé es que Angola ya se puede ir preparando”), del Larry Bird más socarrón o del propio entrenador Daly (“No he impuesto un toque de queda porque yo también tendría que cumplirlo”). McCallum viaja al pasado, a la dura infancia de Bird con un padre alcohólico y suicida o a la pobreza en que se crió Pippen (el menor de 12 hermanos); recuerda los problemas con el alcohol de Mullin o el mazazo emocional de Jordan tras el asesinato de su padre poco después de las olimpiadas. Un libro sobre una generación de atletas irrepetible escrito para disfrute de varias generaciones de aficionados nacidos el siglo pasado.
Dream Team
La intrahistoria del mejor equipo que ha existido jamás
Jack McCallum
Traductor: David Fernández
Editorial Contra
400 páginas
20,81 euros