Kooi suele preferir a los niños como sujetos fotografiados: “Son ellos los que viven las situaciones de forma más cristalina, sin contaminarse de su vida cotidiana”. La artista consigue construir narraciones en primera persona que hablan directamente al espectador. El fotógrafo queda en un segundo plano equiparable al del director cinematográfico inscrito en el modelo “narrativo-transparente” dominante.
La relación entre Ellen Kooi y el cine es evidente. El recurso cinematográfico del voyeur es sustituido ahora por su opuesto: el denominado “aparte con el espectador”, nacido con el cine mudo y muy especialmente con el cine expresionista alemán de la mano de directores como F. W. Murnau y, posteriormente, con el gran cineasta ruso Andrei Tarkovski.
Con ambas herramientas el director involucra en la narración al espectador de forma activa. Con el “aparte…” uno de los personajes le hace partícipe de claves o de información que alguno de los otros personajes desconoce –incluso mirando directamente a cámara– dándole así una ventaja de cara al desarrollo de la historia y generando un mecanismo de empatía e identificación con los personajes, metiendo al espectador en la película.
En palabras de la propia artista: “Se pueden ver mis imágenes como enigmas sin resolver pero eso sería una forma de pensar demasiado ‘lógica’, como si tuviera que haber una respuesta para todo. No existe una única respuesta a una narración. Lo que a mí de verdad me importa es que las historias que cuento sobre el cuerpo, su fuerza y vulnerabilidad, encuentren eco en las experiencias personales del espectador. Mis narraciones tienen finales abiertos y yo las presento de manera que cada uno pueda imaginar sus propias historias y encuentre sus propias respuestas”.