Le iba la marcha como a pocos opinando de la actualidad. Si en la fachada de su casa le hacían pintadas llamándole “Umbral violador”, él respondía tiempo después escribiendo cosas como ésta: “Cuando he salido con una feminista he podido comprobar que son radicales en grupo, que solo atacan al hombre cuando van en rebaño. Luego, en la intimidad, la feminista más encendida se convierte en una gheisa”. Eran los años ochenta y él su cronista literario más seguido.
En el Londres de aquella década, otro provocador de pluma afilada y muchos lectores, Kingsley Amis, se ponía igualmente pocos filtros cuando escribía de ellas en sus obras de ficción y más concretamente en su novela de 1984 Stanley y las mujeres. “Lo que intento decirte es que si quieres beneficiarte a una mujer, ella te puede joder. Y si no quieres beneficiártela, te jode igualmente por no haber querido”. Estas líneas resumen bien una obra cuya publicación el movimiento feminista trató de orillar y alejar de las grandes editoriales. Sin duda, el libro más polémico del padre de Martin Amis, con lindezas también para suegras, judíos y estadounidenses.
A Umbral y a Amis se les pueden poner muchas pegas y de la naturaleza más diversa pero no cabe negarles talento literario de primer orden y su condición de grandísimos humoristas aunque hagan humor sangrante, ofensivo e incluso vejatorio. “Irritar a la gente que le irritaba parece haber sido el motor de Kingsley Amis, el hombre y artista, y por extensión de Stanley y las mujeres”, escribe Kiko Amat en el prólogo a la nueva edición de esta novela poblada de féminas que se conducen, sin excepción, como seres egoístas, retorcidas, pijas, caprichosas, mezquinas… Y no es que los varones sean precisamente inteligentes, simpáticos y seductores pero al menos son –por comparación– simplones, bonachones y gamberretes.
Cuenta la historia del cincuentón Stanley Duke, narrador en primera persona de un momento vital tranquilo que se ve de pronto sacudido cuando su único hijo manifiesta un terrible brote de esquizofrenia que le lleva a experimentar las situaciones más hilarantes que uno pueda imaginar. El drama familiar desata todas las tensiones en la relación de Stanley con las señoras de su entorno: con su ex mujer, con su actual pareja, con su suegra, con una ex amante o con la psiquiatra de su hijo.
El libro, que está hábilmente construido y estratégicamente salpicado de pasotes en forma de reflexiones cuñadas (que diríamos ahora), respira, por encima de todo, abierta aversión a las mujeres. Cierto que no estamos ante una memoria o un ensayo pero, como escribió su propio hijo Martin, si bien no hay que cometer el error elemental de mezclar al hombre con su obra, “todo escritor sabe que la verdad está en la ficción”.
Stanley fue una de las últimas novelas de Kingsley Amis, fallecido en 1995 y autor destacado de la generación británica de los cincuenta, la de los “jóvenes airados” (Angry Young Men). Se publicó tras el turbulento divorcio con su segunda mujer, Elisabeth Jane Howard, actriz, como uno de los personajes femeninos principales de la trama, y también escritora, profesión del otro personaje fundamental. “Divorciarse es una de las cosas más violentas que pueden pasarle a uno y no es fácil llegar a asimilarlo del todo”, se lee en estas páginas. Papá Amis había acumulado mucha bilis y la escupió haciendo lo que mejor se le daba hacer aparte de beber.
Stanley y las mujeres
Kingsley Amis
Traductor: Eder Pérez Garay
Editorial Impedimenta
352 páginas
22,80 euros