La conciencia de lo que nos rodea vertebra la útima exposición de Blanqué, en la que presenta pinturas cuyos elementos provenientes de la naturaleza invitan a una reflexión: lo que la naturaleza es, cómo nos afecta y cómo nos acercamos y la percibimos. Quizá esto explique la elección del pensamiento de Rousseau por la propia artista: «será en medio de los bosques, de los caminos, de los campos, donde serás tu auténtico tú, dónde te podrás rehacer de las heridas y desgarros de la alma».
Su búsqueda de la pureza del paisaje recuerda a cierta mirada oriental sobre la naturaleza, en la que todos los elementos forman parte de un concepto unívoco, un todo completo. Aquí intervienen la luz y las transparencias para evocar la limpidez y presencia de lo natural, precisamente cuando más extraños nos sentimos de ella, y a su vez, cuando más la necesitamos.
Según las palabras de la propia artista, «la naturaleza nos invita a disfrutar de las pequeñas cosas, con el saber observar, oler, respirar, escuchar, crecer, desplazándose al movimiento del andar…. en definitiva, un lujo que ya está a medio camino de convertirse en pieza museística del que sería necesario que fuéramos conscientes».
Otro concepto presente en su obra es el de la invisibilidad, en referencia a aquello imperceptible de la naturaleza que se filtra en nosotros sin que nos demos cuenta. Lo orgánico y las figuras vegetales conducen la mirada de Blanqué e impelen a cuestionarse cómo la sociedad contemporánea se relaciona con el ecosistema.