El juego, el engaño, los cambios de identidad, la confusión de personalidades o los espacios como elementos mágicos conectan La Ternura con obras de Shakespeare como La Tempestad, Noche de Reyes, Como gustéis, Mucho ruido y pocas nueces o Sueño de una noche de verano. Sanzol cuenta con la escenografía y el vestuario de Alejandro Andújar, la iluminación de Pedro Yagüe y la música de Fernando Velázquez para alcanzar, en palabras del director, «el deseo que une a todos: el deseo de encontrar la ternura como sea, donde sea, con quien sea».
Esta obra de Sanzol, Premio Valle-Inclán, habla del sufrimiento como parte consustancial del amor, «porque si queremos amar nos tenemos que arriesgar a sufrir». En la Sala Juan de la Cruz, Paco Déniz, Elena González, Natalia Hernández, Javier Lara, Juan Antonio Lumbreras y Eva Trancón encarnan la expresión del amor concebida por el director, que no trata sino de la ternura: «Sin ternura el amor no se ve. Una sociedad sin ternura es una sociedad en guerra».
Además del humor y sus moralejas, el montaje plantea en segundo plano un alegato en favor del entendimiento entre los dos sexos. “Tiene algo de parodia. Quería reírme de aquellos que ven el mundo dividido por sexos, porque yo nunca he entendido esa división», dice rotundo Sanzol. «No veo cuál puede ser la razón de esa separación que aboga por una visión unitaria y holística del ser humano”.
Los líos
La Ternura cuenta la historia de una reina algo maga y sus dos hijas princesas que viajan en la Armada Invencible obligadas por Felipe II a casarse en matrimonios de conveniencia con nobles ingleses una vez que se lograse con éxito la invasión. La Reina Esmeralda odia a los hombres porque siempre han condicionado su vida y le han quitado la libertad, así que no está dispuesta a que sus hijas tengan el mismo destino que ella. Cuando la Armada pasa cerca de una isla que la Reina considera desierta, crea una tempestad que hunde el barco en el que viajan. Su plan es quedarse a vivir en esa isla con sus hijas, para no volver a ver un hombre en su vida. El problema es que eligen una isla en la que, desde hace veinte años, viven un leñador con sus dos hijos, que huyeron allí para no volver a ver una mujer en su vida. En cuanto la Reina y las dos princesas descubren que no están solas se visten de hombres para protegerse. Y, en ese momento, comienzan las aventuras, los líos, los enamoramientos y las confusiones.