La singularidad de su trabajo radica en el diálogo entre tradición y modernidad. El pintor utiliza técnicas tradicionales y se inspira en el estilo de dibujo de las épocas Song y Ming para crear escenarios y atmósferas de ensoñación. Pero la obra de Lei tiene la capacidad de resultar absolutamente contemporánea y su discurso es perfectamente comprensible en un mundo globalizado.
Dominique Villepin, ex primer ministro francés y admirador de la obra del artista, lo califica como un «cazador de sueños» capaz de representar lo más íntimo de la experiencia humana: “Nos enfrenta con un enigma de contradicciones. Su pintura es paradójicamente intrigante, tiene la cualidad de los sueños. Aquí, en la colisión de paisajes, cuando los escombros de palacios renacentistas italianos buscan su lugar en medio de emplazamientos de la antigua China, nosotros somos testigos directos de esa confrontación de dos conceptos de la materia: la existencia y la representación. La contradicción no se resuelve, es gestionada, aceptada y trascendida. Xu Lei más que representar visiones, elabora experimentos retóricos para poner conceptos en tela de juicio”.
Para Villepin, «Xu Lei confronta las contradicciones, la unidad de la experiencia humana en sus aspectos más íntimos y esenciales y las diferentes culturas, expresando estas experiencias en lenguajes que el ojo es capaz de captar. Es por esto que Xu Lei pinta con ideas. Deja que el lienzo piense por sí mismo, pone a conversar a dos caballos, uno que recuerda a la simbología china Tang y Song, el otro a la antigua Grecia, uno estático y hierático, el otro en una impetuosa cabalgada, uno realizado con elegantes líneas y gradaciones de color, el otro con los volúmenes de un bajo relieve».