En este muestra, más de 250 piezas procedentes de 19 museos españoles, dispuestas en una cuidada escenografía, conducen en un ambiente tenue y de gran rigor científico desde la recreación de la Cueva de Altamira, en la primera sala, pasando por el Arte Macroesquemático alicantino del Santuario de Pla de Petracos en la segunda sala, hasta las expresiones neolíticas del Arte Levantino y Esquemático, de gran riqueza en la provincia de Alicante, y evocadas en la tercera sala. En esta última estancia, la muestra culmina con la alusión a la gran influencia del Arte Prehistórico en el Arte Contemporáneo, una fusión que encontramos en la obra del artista mallorquín Miquel Barceló. El documental sobre su peculiar proceso de creación y el cuadro Il pittore a Bologna (1983) son, sin duda, un atractivo broche final a este paseo por la Prehistoria.
Alicante y el arte rupestre
Aunque los primeros testimonios de arte rupestre en Alicante se remontan a 1922, con la publicación por parte de Daniel Jiménez de Cisneros de los motivos de la Peña Escrita de Tàrbena, se cuentan con los dedos de una mano los descubrimientos previos a 1980. En julio de ese año se produce el descubrimiento del santuario de Pla de Petracos (Castell de Castells), significando el comienzo de un proceso de investigación y descubrimiento que a día de hoy ofrece dos centenares de abrigos con arte rupestre prehistórico.
De ese esfuerzo de prospección y localización de enclaves con arte rupestre resultan protagonistas principales el Centre d’Estudis Contestans y el profesor Mauro Hernández, quien dirigiría los trabajos de investigación que han procurado la distinción en Alicante de cuatro tipos de manifestaciones artísticas, dadas a conocer hace treinta años, con la publicación del volumen Arte Rupestre en Alicante (1988).
Este gran conjunto de yacimientos con arte que, cuatro décadas después del descubrimiento de Pla de Petracos, se conoce en Alicante no refleja solo un titánico esfuerzo de prospección en el medio montañoso de unas comarcas –l’Alcoià, El Comtat, La Marina Alta y la Marina Baixa–, sino que detrás también ha habido un dilatado programa de investigación que ha permitido comprender las imágenes plasmadas y contextualizarlas en la Prehistoria peninsular dejando, como es normativo, algunas respuestas y un sinfín de preguntas abiertas.
800 metros, tres salas
Más de ochocientos metros cuadrados, divididos en tres salas, ofrecen al visitante la oportunidad de profundizar en el arte rupestre tanto de la provincia como de destacados enclaves del país. El original diseño expositivo comienza con un guiño a las Cuevas de Altamira para mostrar el arte paleolítico a través de paneles y piezas de arte mueble del norte y centro peninsular, entre las que destaca el llamado Glotón del Jarama o la placa de Villalba. A esta selección se añade otra procedente de emplazamientos de la Comunitat Valenciana como la Cova del Parpalló de Gandía o el conjunto del Tossal de la Roca de La Vall d’Alcalà. Esta primera sala culmina con una potente imagen gráfica y audiovisual de los tres santuarios alicantinos: la Cova Fosca y la Cova del Reinós en La Vall d’Ebo y la Cova del Comte de Pedreguer.
La segunda estancia, centrada en el Pla de Petracos, deja constancia de la esencia del Neolítico y del Arte Macroesquemático, un estilo único que solo se ha registrado en la provincia de Alicante y cuya representación principal son las figuras humanas y los motivos geométricos. Los calcos de los principales conjuntos prehistóricos localizados en la montaña alicantina están acompañados por el vaso con el orante de la Cova de l’Or, procedente del Museo de Alcoy.
Por último, la tercera sala concentra la documentación de más de veinte enclaves y está destinada al Arte Levantino y al Arte Esquemático que, en parte de su desarrollo, fueron sincrónicos. Este espacio exhibe singulares piezas procedentes de distintos museos locales y nacionales, como el vaso de Costamar.
Rupestre. Los primeros santuarios culmina con una evocación a la influencia del Arte Prehistórico en el Arte Contemporáneo con la obra de Miquel Barceló, Il pittore a Bologna (1983), como eje principal. En este sentido, la exposición incluye otras llamadas a la creación artística como un mural de Dionisio Gázquez y la proyección de un cortometraje dirigido por éste y por Alberto Hernández.
Asimismo cabe destacar los paisajes sonoros de las salas creados por el reconocido compositor alicantino Luis Ivars y los recursos de accesibilidad dispuestos para abrir esta muestra a todos los públicos. Lectura fácil, tanto en los paneles como en la propia guía didáctica destinada a escolares, reproducciones en 3D y puntos de intérprete son algunos de los medios instalados.