Se acerca el final del horror de la Segunda Guerra Mundial. El orden social en Alemania está en ruinas y sus tropas, con la moral bajo mínimos, se baten en retirada en una especie de sálvese quien pueda. En ese ambiente de anarquía, las deserciones aumentan y a los huidos se les aniquila con absoluta arbitrariedad.

Ese es el momento en el que la película se fija en un soldado hambriento, aterido de frío, huido de su pelotón y perseguido por los cazadores de desertores. Se llama Willi Herold, y en el ejercicio de sobrevivir se topa casualmente con el uniforme de un superior y se hace pasar por tal. Ese cambio de identidad lo convierte en un capitán que cumple una misión secreta encomendada directamente por Hitler.

La suplantación le conducirá a los placeres y los infiernos de su nueva personalidad y le permitirá formar un grupo de soldados perdidos que actuarán a sus órdenes sembrando el horror entre la población inocente, actuando con impunidad en su viaje hacia la degradación moral, el mesianismo nazi, la perversión y la absoluta barbarie.

Frialdad

Rodada en un blanco y negro que dota al conjunto de una inquietante y descarnada frialdad, la que el tema precisa, El capitán supone el regreso al cine de verdad de Robert Schwentke tras una serie de entregas, como R.I.P.D. Departamento de policía mortal, que seguro le han reportado dividendos sustanciosos pero poca creatividad como realizador. De la que ahora hablamos es otra cosa. Estamos ante un magnífico retrato de la crueldad trazado con un guion milimetrado y unas imágenes que siembran el desasosiego en la sala. Y eso es en lo que un largometraje como éste ve cumplido su objetivo.

«Nuestro propósito no es justificar ni perdonar las acciones de Herold mediante su contextualización sino comprender el marco de referencia que hizo posible tales acciones, llegando a lo general a través de lo específico. Para poder explicar sus crueles acciones debemos comprender el mundo en el que vivió. Debemos ir más allá de las respuestas estrictamente morales y experimentar el mundo desde su punto de vista. No de una forma moral sino viendo lo que él vivió y sintiendo lo que él sintió. Nuestro público necesita experimentar la realidad de Herold directamente, de una forma histórica, psicológica y social. Visceralmente, emocionalmente. La historia no puede contarse desde afuera hacia adentro, sino desde dentro hacia afuera. Debemos sumergir por completo al público en el estado de ánimo de Herold», puntualiza el realizador.

Y cuando se le pregunta acerca de los motivos que le llevaron a contar esta historia cita al escritor alemán Arnoe Schmidt que dejó escrito que ‘a través del pasado comprendemos el presente, y a través del presente nos preparamos para el futuro’. El nazismo fue un sistema dinámico, añade el realizador. «Hizo falta mucha gente para que esta catástrofe cultural sucediera. Me interesaba la fila de atrás de los perpetradores. Algunos actuaron desde un punto de vista ideológico; otros fueron oportunistas, matones legitimados o simplemente estaban fuera del camino del mal. No se trata de los arquitectos del sistema al que sirvieron, sino de la gente que vivió en la puerta de al lado, aquellas ‘pequeñas gentes’ que mantuvieron vivo y coleando el sistema. Ellos somos nosotros. Nosotros somos ellos. El pasado es ahora».

Historia real

El soldado alemán de 19 años Willi Herold nació en un pequeño pueblo de Alemania del Este y fue aprendiz de deshollinador antes de alistarse en el ejército como paracaidista en 1943. El 3 de abril de 1945, poco antes del fin de la guerra, Herold encontró en un coche militar abandonado un uniforme de capitán con las más altas condecoraciones. El joven comenzó a interpretar el papel de capitán apoyado por un grupo de soldados que encontró por el camino.

Se estima que Herold tuvo un máximo de 80 soldados a su cargo, de los que 12 permanecieron con él hasta el final. Tal y como se ve en la película, Herold no se podía comportar de acuerdo al rango de su uniforme cuando se encontraba con otros oficiales, pero conseguía escapar de las sospechas gracias a su comportamiento descarado, autoritario y seguro de sí mismo.

En Emsland, al noroeste de Alemania, los nazis habían construido 15 campos en los que detenían a los desertores o a los acusados de insubordinación o delitos menores. Herold y sus hombres llegaron a uno de estos campos el 11 de abril de 1945 y pusieron en marcha, bajo la falsedad de cumplir órdenes directas de Adolf Hitler, un tribunal militar que masacró a incontables reclusos.

Tras la caída de Berlín y después de haber sido detenido por la policía militar y escapar nuevamente de ella, fue pillado por un soldado británico robando un trozo de pan. Su historia salió de nuevo a relucir. Fue llevado a juicio ante el Tribunal Militar Británico y condenado a muerte el 29 de agosto de 1946. Murió en la guillotina con 20 años. Quedó demostrado que había asesinado al menos a 170 inocentes.

El capitán

Dirección y guion: Robert Schwentke
Intérpretes: Max Hubacher, Frederick Lau, Milan Peschel, Alexander Fehling
Música: Martin Todsharow
Alemania / 2018 / 118 minutos
Karma Kilms