Su éxito incontestable en los principales escenarios artísticos internacionales provocó que sus composiciones más icónicas terminaran diseminadas por todo el mundo. Tras casi un siglo, y después de años de búsqueda e investigación, muchas de ellas vuelven a reunirse por primera vez en Bilbao. Una oportunidad extraordinaria para comprender la envergadura y trascendencia de su obra.
La pintura de Zuloaga inauguró a comienzos del siglo XX una nueva manera de entender la figuración, con una estética muy personal que aúna los elementos populares y las referencias clásicas con los lenguajes de vanguardia y la tradición de la escuela española.
Compuesta por 95 pinturas –más de la mitad de las cuales se muestran por vez primera desde su fallecimiento–, la exposición Zuloaga (1870-1945) es la primera retrospectiva organizada sobre el conjunto de la trayectoria del pintor desde 1990, mostrando ejemplos de sus primeros años hasta el momento de su consagración nacional e internacional. La profunda investigación llevada a acabo en los útlimos años ha permitido mostrar por primera vez al público muchas obras y facetas desconocidas del artista.
A las obras maestras del pintor conservadas en el museo de Bilbao –Retrato del marqués de Villamarciel (c. 1893), El cardenal (1912) o Retrato de la condesa Mathieu de Noailles (1913), entre otras–, se suman préstamos de particulares e instituciones cercanas, como el Museo Ignacio Zuloaga de Pedraza (Segovia), el Museo Reina Sofía o el Museu Nacional d’Art de Catalunya, e internacionales, como la Hispanic Society de Nueva York, el Musée d’Orsay de París, la Galleria Internazionale d’Arte Moderna di Ca’Pesaro en Venecia o el Museo Franz Mayer de México.
El comisariado conjunto de Javier Novo, jefe del Departamento de Colecciones del museo, y Mikel Lertxundi, investigador, ha fundamentado esta gran retrospectiva, el catálogo que la acompaña y el vasto aparato documental que permite al público comprender mejor la dimensión alcanzada por el pintor: libros, revistas, fotografías, cartas y otros documentos muestran tanto la faceta humana como el fenómeno de masas que fue Zuloaga.
Tres periodos
La exposición, que cuenta con el patrocnio de BBK, se articula en tres periodos:
Zuloaga antes de Zuloaga 1889 – 1998. Su obra se encuentra ligada al Realismo, estilo en el que se formó casi de manera autodidacta a finales de 1880 entre Madrid y Roma, y que poco después perfeccionó en el París de fin de siglo. Allí, desde su llegada en 1889, se interesó por un realismo de corte social y de estética simbolista que dio como resultado unas obras de paleta fría y atmósfera poética protagonizadas por figuras anónimas procedentes de los suburbios parisinos. Zuloaga recogió estas visiones en pequeños formatos en los que experimentó con diferentes lenguajes vanguardistas.
1898 – 1925. En 1898 da un golpe de timón a su trayectoria con el que consigue un éxito internacional sin precedentes en la pintura española desde los tiempos de Goya, salvando la breve pero fecunda producción de Mariano Fortuny, solo comparable al de su coetáneo Sorolla. En este momento comenzó su interés por la vida campesina de los pueblos de Castilla, que ahora en cambio plasmaba en grandes lienzos. Nuevamente, los protagonistas eran figuras singulares y tipos humildes. Estas obras le consagraron internacionalmente como un artista único, mientras que el país que le vio nacer le acusaba de hurgar con sus obras en la crisis nacional producida tras el 98. No tardó en clasificarse su visión de España como extemporánea, de modo que, hasta bien entrado el siglo XX, su éxito irritó profundamente a las viejas estructuras del arte español, tanto a las instituciones como a sus dirigentes, los certámenes artísticos y sus jurados, la crítica de arte y por extensión, y alienada completamente por los anteriores, a la opinión pública.
A finales de la década de 1890, ya ha conformado su propio lenguaje en el que, si bien hay aún destellos de sus referencias de juventud, se hacen evidentes sus vínculos con la escuela española tradicional, desde el manierismo y el barroco hasta Goya. Debido a su carácter y a sus relaciones familiares, Zuloaga se movió siempre en círculos intelectuales selectos y cosmopolitas. Sin embargo, el pintor nunca dejó de mostrarse atraído por el radiante magnetismo de la vida bohemia y mundana, motivo por el cual llenó sus obras de personajes singulares, bien fueran de París o de Segovia, como mendigos, enanos, cheposos, morfinómanas, gitanas, prostitutas, echadoras de cartas, bailarinas, cantantes, cupletistas, picadores o toreros.
Es esta una etapa en la que alcanza notoriedad por sus escenas del mundo rural, de toreros y de gitanas –lo que se ha dado en llamar la España Negra–, pero también por su capacidad para pintar retratos monumentales de refinada elegancia. El periodo abarca desde sus iniciales triunfos internacionales hasta las exposiciones celebradas en Estados Unidos en 1925, al que pertenecen sus obras más icónicas.
Zuloaga después de Zuloaga 1925 – 1945. Tras su consagración en la gira norteamericana de 1925, explota las fórmulas que le han granjeado el éxito, dedicándose casi en exclusiva a satisfacer los encargos de una selecta clientela que desea verse retratada por el maestro. Sin prácticamente cuadros de género, salvo la producción de delicados bodegones, es un periodo marcado por los retratos. Pero es también un periodo oscuro y tradicionalmente obviado por la mayoría de sus biógrafos al ser delicado ideológicamente. Las dos guerras mundiales y en especial la Guerra Civil provocaron que su figura fuera objeto de propaganda nacional por su reputación y por su lenguaje artístico alejado del panorama de las experimentaciones formales de las vanguardias.