El título de la muestra hace referencia a la técnica renacentista, atribuida a Leonardo Da Vinci, consistente en difuminar los contornos del dibujo superponiendo capas muy finas de pintura mediante las cuales se acaba ocultando la pincelada. En su Sfumato, Macedo despliega 33 pinturas al óleo sobre lienzo creadas específicamente para este espacio con las que genera un juego de fricciones entre lo real y lo ilusorio. A través de sus obras hace emerger aspectos y detalles que antes no estaban visibles, una característica constante en su trabajo, que permanentemente enfrenta contrarios: lo físico con lo espiritual, lo natural con lo artificial y el original frente a la copia.
Discurso poético
El artista despliega distintas capas de representación. Niveles que en una primera aproximación generan sensaciones meramente ilusorias, mientras que una mirada más atenta permite sacar a la luz todo el discurso poético que esas imágenes encierran. A través de estas obras, Macedo evoca las sombras del tiempo transcurrido por estas viejas paredes que se convierten en un escenario único.
Las pinturas dispersas por los baños que un día utilizaron los trabajadores de Tabacalera van asomando a ojos del espectador de manera sutil. Al entrar en el espacio el ojo casi no repara en ellas. Es sólo después cuando empiezan a llamar la atención a través de fragmentos que parecen revelar la historia que guardan estos muros. Piezas perfectamente integradas en un lugar que parece llamado a su desaparición. Trampantojos que hacen que la realidad irrumpa de la mano de la incertidumbre.
Sfumato ha sido organizada por la Subdirección General de Promoción de las Bellas Artes del Ministerio de Cultura y Deporte en coproducción con la Fundação Calouste Gulbenkian.
Anomalías
El trabajo de Rui Macedo se desarrolla habitualmente entre la pintura y la instalación y juega con el objeto encontrado. Su visión artística pasa por introducir anomalías en los museos, tratando de provocar siempre la mirada desde lugares a los que no estamos tan acostumbrados. En palabras del crítico Fernando Castro Flórez, “la estética de Rui Macedo es, sin ningún género de dudas, una meditación sobre el bastidor del arte”.
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