Nacido en el ambiente culto de una familia de la antigua nobleza polaca expulsada de sus tierras tras la Segunda Guerra Mundial, Zagajewski pasó su infancia en Gliwice, Silesia. Mas tarde, ya en Cracovia, estudió Psicología y Filosofía. De esta última disciplina fue profesor en la Universidad de Ciencia y Tecnología de la ciudad en un tiempo en el que se adhirió al muy activo movimiento Nueva Ola, la generación poética más importante de Polonia a lo largo del siglo XX, y al grupo literario Ahora. En 1967 hizo su debut literario al publicar su primer poema: Música.
En los primeros años 70 vive un intenso activismo político que se refleja en su forma de encarar la escritura y es represaliado por el régimen comunista. En 1972 da a imprenta su primer poemario, Komunikat, al que sigue la novela Caliente y frío. Por entonces se prohíbe la publicación de sus obras, tras lo que en 1976 emigra a Estados Unidos donde fue docente de la Universidad de Houston, hasta que en 1982 se estableció en París y más tarde en Berlín, de donde volvió a Estados Unidos como profesor del Creative Writing Program de la Universidad de Chicago. Allí publica Plótno (1990), un conjunto de poemas en el que se manifiesta su alejamiento de la vertiente política de su obra para derivar hacia una creación más íntima. En 2002 regresó a Cracovia, en donde sigue viviendo en la actualidad.
Entre su producción poética, de la que una parte substancial se ha vertido al español, destacan Comunicado; Carnicerías; Oda a la mayoría; Ir a Lvov; Mística para principiantes; Lienzo; Tierra del fuego; Sed; Deseo; Antenas; Mano invisible y Asimetría. También en nuestro idioma los libros de ensayo Dos ciudades; En defensa del fervor; Solidaridad y soledad, Releer a Rilke y la autobiografía espiritual e intelectual Una leve exageración.
La hondura estética, la economía de estilo y la transparencia del lenguaje son signos distintivos de un escritor que ha plasmado con frecuencia sus reflexiones sobre el proceso creativo: “El escritor que lleva un diario íntimo anota en él lo que sabe. En el poema o en el relato anota lo que no sabe”, ha escrito quien considera que “desde la imprescindible defensa de la libertad, la poesía está más allá de las inmediatas luchas partidistas, e incluso más allá de la rebelión –incluso la más justificada– contra la tiranía”.
Y la poesía como indagación cuando afirma: “La poesía es búsqueda. Algo más allá de las palabras. Se transmite alguna experiencia que está antes de las palabras, ¿cómo?…, a través de los agujeros que hay en las palabras. Escribir poesía es un espacio angosto entre el decir algo y no decirlo”.
“A veces escribir un poema implica inspiración y la existencia de obstáculos. Tienes un momento de inspiración, que en sí mismo es como el aire, y en él hay metáforas, espíritus… Y todo aquello que tiene un elemento de aire es transparente, sin substancia, de modo que debe encontrarse con un obstáculo para poder materializarse. Todo lo que odiamos de la vida, la rutina, el aburrimiento, el sufrimiento o la crueldad de la historia, forma parte de estos obstáculos. La energía pura con que sentimos esos espíritus proviene de no se sabe dónde; es un inicio misterioso”, comentó Adam Zagajewski en una charla celebrada en la Residencia de Estudiantes de Madrid, en la que apuntó a Machado como uno de su poetas de referencia y remató con un cálido: “Vengo a España y nada me resulta ajeno”.
De su libro Mística para principiantes (1997) rescatamos su poema Autorretrato, en traducción de Elzbieta Bortkiewicz.
Entre ordenador, lápiz
y máquina de escribir
se me pasa la mitad del día. Algún día se convertirá en medio siglo.
Vivo en ciudades ajenas y a veces converso
con gente ajena sobre cosas que me son ajenas.
Escucho mucha música: Bach, Mahler, Chopin, Shostakovich.
En la música encuentro la fuerza, la debilidad y el dolor, los tres elementos.
El cuarto no tiene nombre.
Leo a poetas vivos y muertos, aprendo de ellos
tenacidad, fe y orgullo. Intento comprender
a los grandes filósofos -la mayoría de las veces consigo
captar tan sólo jirones de sus valiosos pensamientos.
Me gusta dar largos paseos por las calles de París
y mirar a mis prójimos, animados por la envidia,
la ira o el deseo; observar la moneda de plata
que pasa de mano en mano y lentamente pierde
su forma redonda (se borra el perfil del emperador).
A mi lado crecen árboles que no expresan nada,
salvo su verde perfección indiferente.
Aves negras caminan por los campos
siempre esperando algo, pacientes como viudas españolas.
Ya no soy joven, mas sigue habiendo gente mayor que yo.
Me gusta el sueño profundo, cuando no estoy,
y correr en bici por caminos rurales, cuando álamos y casas
se difuminan como nubes con el buen tiempo.
A veces me dicen algo los cuadros en los museos
y la ironía se esfuma de repente.
Me encanta contemplar el rostro de mi mujer.
Cada semana, el domingo, llamo a mi padre.
Cada dos semanas me reúno con mis amigos,
de esta forma seguimos siendo fieles.
Mi país se liberó de un mal. Quisiera
que le siguiera aún otra liberación.
¿Puedo aportar algo para ello? No lo sé.
No soy hijo de la mar,
como escribió sobre sí mismo Antonio Machado,
sino del aire, la menta y el violonchelo,
y no todos los caminos del alto mundo
se cruzan con los senderos de la vida que, de momento,
a mí me pertenece.