Los imperios asirio, babilónico, fenicio y persa tuvieron en común con Alejandro Magno el propósito de extender su poder más allá de sus propios límites. Estas grandes entidades políticas ocupaban un área comprendida entre la actual España e India, y formaban un corredor de comunicación entre el Mediterráneo y Asia. Territorios que fueron escenario de luchas incesantes, conquistas y saqueos de toda índole, pero también de un intenso comercio de materias primas, piedras preciosas y objetos manufacturados. De todo esto ha quedado un testigo fehaciente en la excepcional calidad y refinamiento de los objetos de lujo adquiridos por sus élites a lo largo de centenares de años.
La estabilidad fue crucial para la producción de artículos de lujo: los reyes asirios guerrearon por construir un imperio que abarcaba desde el Mediterráneo hasta el golfo Pérsico. Su dominio reavivó las rutas comerciales y la demanda de artículos de lujo, así como más tarde sucedió con otros imperios, como el babilónico y el aqueménida. Alejandro Magno fue una pieza clave en esta historia: ávido de las riquezas aqueménidas, fue conquistando tierras hasta que llegó a Oriente Próximo. Su triunfo aportó prosperidad y refinamiento a Grecia, y dio lugar a una mezcla ecléctica de elementos culturales: la helenización.