Con ese título intrigante y esa foto atemporal, por un momento dudo si será una buena idea entrar en esta mañana tan luminosa. Ya pasó la época en la que me encantaban las cartografías. Ahora las múltiples capas que ofrecen los mapeados me resultan agobiantes y todo lo contrario a lo que una espera: que le ayuden a leer un territorio. La foto del barco, sin referencias a una época ni a un lugar, me deja solo inquieta y un poco triste. Tomo aire y suspiro; entraré.
La exposición se divide en varios proyectos, muy diferentes entre sí, y de los que solo algunos encajan en lo que se entiende por fotografía. Una retrospectiva de la obra que Juan Valbuena (Madrid, 1973) lleva realizando desde 1999. No es la primera vez que se exponen, y varios de ellos son ya libros.
De abajo a arriba, del más reciente y aún inacabado al más antiguo, se despliegan como viajes en el espacio y en el tiempo los proyectos Dalind, Noray, Un lugar de la Mancha, Salitre y Ojos que no ven, corazón que no siente.
Arriba, bajo la cúpula metálica del depósito, en una muy bien traída metáfora de ese espacio como el cerebro del artista y un gabinete de curiosidades, se muestran materiales relacionados con lo que hemos visto. Esa sala remata y cierra satisfactoriamente la visita, a la manera del “cómo se hizo” de las películas.
Cada uno de los proyectos de Valbuena, rotundamente delimitados en su lenguaje y medios, te transporta a lugares y sensaciones distintas. Pero lo que es común a todos es su capacidad evocadora. Te sumerges en ellos (sean solo fotografías o estén acompañadas de texto, de audio, o en los vídeos y periódicos que componen Ojos que no ven…) y sales empapado de una realidad que antes no conocías.
El Campo de Gibraltar; los puertos de ciudades situadas a ambas orillas del Mediterráneo; el pequeño lugar de La Mancha donde nacieron los antepasados del autor; las travesías vitales de los tripulantes senegaleses de un piso patera en Lavapiés; la poco conocida historia de la colonia española en Guinea Ecuatorial. Los destinos de estos viajes pueden resultar poco atrayentes, porque más que el ‘qué’, lo que Juan Valbuena domina es el ‘cómo’.
¿Tiene sentido hacer spoiler en la reseña de una exposición? Sería una faena, como en el caso de una película o de un cuento. Porque esta muestra es otra forma de relato. Se nos cuentan varias historias (por eso conviene descansar un poco entre una y otra; por eso las escaleras del depósito vienen bien como intermedio entre ellas). Historias que son lo contrario a la actualidad, que nunca son noticia, que no nos son mostradas en los medios y que Valbuena rescata porque él sí las ha visto, él sí nos las cuenta. Y además deja, en algún caso, que nos las cuenten sus protagonistas.
De esta muestra es mejor no contar mucho; desde luego conviene no leerse la hoja de sala (que te puede echar más atrás que el título o la fotografía elegida para la difusión). Lo mejor que puede hacerse es, simplemente, animar a ir a verla.