Antonio López es uno de los representantes más destacados de la generación de artistas (Tàpies, Saura, Millares, Chillida, etc.) que a mediados del siglo XX situó el arte español a un nivel de proyección internacional sin precedentes históricos cercanos. En contraste con la mayoría de aquellos creadores, que optaron por la abstracción, él eligió una poética realista extremadamente rigurosa y original que le ha convertido en uno de los artistas más singulares de la segunda mitad del siglo XX.
Esta retrospectiva, comisariada por Tomàs Llorens y Boye Llorens con la colaboración del propio artista y de su entorno familiar, acerca al público el singular proceso creativo del artista e incluye algunos de los principales cuadros y esculturas en los que actualmente trabaja en su taller.
La exposición incluye también una sección conmemorativa dedicada a la gran pintora María Moreno (Madrid, 1933 – 2020), su mujer, fallecida el 17 de febrero de este año. Ésta es la primera ocasión en la que exponen juntos al margen de colectivas junto a otros creadores.
Formada en la Escuela de Bellas Artes de San Fernando, Moreno, que pasó varios años de su infancia en la ciudad del Turia, es una de las figuras imprescindibles del nuevo realismo que surgió en España a mediados de los 50. En Valencia se exponen escenas de interior, paisajes urbanos, vistas de jardín, flores y bodegones que evidencian la afinidad de propuestas temáticas e inquietudes plásticas entre ambos artistas, pero también el contraste entre sus respectivas sensibilidades personales y su manera de entender la pintura.
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Complejo y exigente
La exposición indaga en el carácter singular del complejo y exigente proceso de trabajo de Antonio López, que le ha permitido definir y consolidar una poética realista extremadamente rigurosa y original, tremendamente personal. Pretende mostrar cómo ese proceso de trabajo refleja una investigación profunda y minuciosa que ha impuesto un enfoque multidisciplinar y la insistente, casi obsesiva, recurrencia de determinadas temáticas de la realidad cotidiana a lo largo de los años.
El recorrido plantea dos grandes bloques cronológicos. En la primera sala se reúnen las obras de los años iniciales, en los que busca construir un lenguaje figurativo propio. En la segunda se muestra un registro más objetivo. El artista ahonda en la experiencia perceptiva, centrándose en la forma y la luz como parámetros últimos de la representación de una realidad a la vez estable y cambiante en el tiempo.