La práctica artística de Bergman se articula a partir del “ritmo”, elemento que considera esencial como parte estructural de la pintura, un ritmo fruto de combinar determinadas formas, líneas y colores. Su trabajo consiste en una particular aproximación al género del paisaje que guarda relación con la abstracción estadounidense de autores como Mark Rothko o Barnett Newman y que trata de adentrar al espectador en la experiencia del infinito que proporciona la naturaleza.
Sus primeras obras estuvieron marcadas por la influencia de los artistas alemanes de la Nueva Objetividad. Fue a partir de la década de los cincuenta cuando su trabajo experimentó un giro radical y se centró en la abstracción pictórica, construyendo un universo singular en torno a la línea y el ritmo. El paisaje se convierte entonces en la referencia esencial de su obra al utilizar motivos relacionados con la naturaleza o la mitología escandinava.
A través de una selección de 70 obras realizadas entre 1962 y 1971 –algunas rara vez mostradas en público–, la exposición, comisariada por Christine Lamothe y Nuria Enguita, aborda los temas más recurrentes de su producción artística tras una serie de viajes que realizó a España y Noruega y que le influyeron notablemente: un diálogo permanente entre norte y sur, el aspecto desértico y la luminosidad de los paisajes, los fiordos, los astros, las montañas, los barcos, los acantilados y las piedras, entre otros variados motivos.
Colaboración
La muestra, organizada por la Fundació Per Amor a l’Art – Bombas Gens Centre d’Art y la Fundación Hartung Bergman en colaboración con el Museo Reina Sofía, se pudo contemplar en el centro valenciano entre noviembre de 2018 y mayo de 2019 y es la primera iniciativa que se realiza en el marco del convenio de colaboración firmado entre ambas instituciones.