El título del proyecto, comisariado por Agustín Pérez Rubio, tiene su origen en el manuscrito Primera Crónica y Buen Gobierno firmado por Felipe Guamán Poma de Ayala, natural de Huamanga, actual Ayacucho, hacia 1615, para retratar la realidad andina colonial y solicitar a Felipe III una reforma del gobierno virreinal para salvar al pueblo de la explotación, las enfermedades y las mezclas raciales como sinónimo de la desaparición de la cultura autóctona.
Espacio de conflicto
Para Pérez Rubio, la artista «construye su proyecto sobre un espacio de conflicto y señala cómo el origen de las naciones latinoamericanas está íntimamente ligado al propio nacimiento de España, y cómo una mirada crítica sobre el buen gobierno de estos dos legados es la clave para construir otras formas de convivencia. Casi cuatrocientos años después de este manuscrito, esta mezcla racial y cultural no ha significado la desaparición de estas culturas, sino que ha servido, con dolor y dificultad y casi en contra una de la otra, para su evolución».
Las relaciones de raza y género están presentes a lo largo de todo el ejercicio visual que propone la artista. Para ella, «la exposición entera está pensada como un juego de espejos en la que las piezas y los espacios se repiten con ligeras diferencias, en la que la pintura se erige como catalizadora de una forma de representar el mundo y también como traductora de otras sensibilidades».
Partiendo de la pintura como relatora de la historia, la muestra comienza con una sala de pintura historicista (más que histórica) donde los cuadros están hechos a manera de espejo, como si la sala se reflejara de un lado a otro, contando cada uno la misma historia de manera diferente. Gamarra pone así de manifiesto la manera en la que los discursos hegemónicos han ocupado el capital simbólico de la historia, invisibilizando los relatos de las culturas nativas y mestizas.
Temas recurrentes
Otros temas recurrentes en su obra tienen reflejo en diversas piezas que forman parte del proyecto de la Sala Alcalá 31. Por un lado, la fragilidad de la idea de naturaleza como generadora permanente de bienes, y por otro, la manera en la que los museos occidentales hacen lo mismo con las culturas a las que conquistaron, saquearon y de las que presentan sus “tesoros” de forma aséptica, a modo de museos-mausoleos, forzando a una extraña relación disociada entre lo contemporáneo, lo espiritual y lo ancestral.
En Buen Gobierno se presentan también obras y propuestas de otros artistas –desde la serie de Pinturas de mestizaje del siglo XVIII, muy probablemente de Cristóbal Lozano, al trabajo de artistas contemporáneos, como Primitivo Evanán Poma y Valeriana Evanán Vivanco, o mates burilados de Sixto Seguil Dorregaray y las máscaras de La Tunantada de Junin, entre otros– para evidenciar lo que la artista viene trabajando desde hace algún tiempo: la carga colonial que desde el imaginario pictórico y artístico se ha impuesto en los modos de ver y en las prácticas del mundo del arte occidental.