Ahora que vivimos tiempos en los que hay que frotarse los ojos para confirmar que estamos despiertos no está de más recordar que hubo épocas no tan lejanas cuyas circunstancias provocaban sensaciones parecidas. Atención: solo en 1983 y sin salir de Madrid tuvimos dos accidentes de avión, uno de metro y un incendio en una discoteca. Como sería aquello que el alcalde, Enrique Tierno Galván, la madrugada del 17 de diciembre, a las puertas todavía humeantes de Alcalá 20, lo primero que dijo a las cámaras de TVE fue: “Lo que le puedo decir a usted, simplemente, es que estoy deseando que se acabe ya este año”. La cita la ha rescatado Arturo Lezcano (Ferrol, 1976) y puesto al inicio de Madrid, 1983. Cuando todo se acelera, sensacional reportaje de cuatrocientas páginas que uno lee con tanta fascinación como incredulidad con entrevistas a algunos de los protagonistas de diferentes esferas de aquella añada por tantos motivos feliz o tristemente inolvidable.
A nivel más global, 1983 empezó con el primer accidente (público) del Rey Juan Carlos esquiando y se cerró con el 12 a 1 de España a Malta que nos clasificó para la Eurocopa del año siguiente. Entre medias, hitos televisivos como Las Vulpes cantando Me gusta ser una zorra, la casi imposible boda de Lolita al superarse con creces el aforo del templo (“¡Si me queréis algo, irse!”, gritaba Lola Flores) o el fracaso eurovisivo –uno más pero éste ya mítico– de Remedios Amaya con Quién maneja mi barca.
Seguro que se pueden elegir otros años y otras ciudades para contar un país a partir de una selección de momentos especiales pero, leído el libro, habrá que convenir que Lezcano acierta de lleno si el objetivo era coger la parte por el todo. El año posterior al mundial de fútbol celebrado en España y a la victoria apabullante del PSOE no fue precisamente un curso de resaca ni transición: fue el año en que emergió, para quedarse durante mucho tiempo, el bipartidismo con la disolución de UCD y la caída espectacular del partido comunista en el Congreso; fue el año de la expropiación de Rumasa; fue el año en que el GAL ejecutó el terrorismo de Estado contra ETA y el año en que la heroína empezó a hacer verdaderos estragos multiplicando la inseguridad y la cifra de atracos y contribuyendo al lleno de ese infierno de hormigón que era la cárcel de Carabanchel (con capacidad para quinientos presos llegó a encerrar más de dos mil); el año del caso Nani, como se conocía al delincuente desaparecido tras su detención en la entonces sede de la Dirección General de Seguridad en la Puerta del Sol, y el año del mediático juicio por el crimen de los marqueses de Urquijo; el año en que se inauguró La Vaguada y con ella una nueva modalidad de hacer compras y consumir el ocio; el año en que la Movida recibió a Andy Warhol con los brazos abiertos y perdió a uno de sus puntales, Eduardo Benavente (Alaska y los Pegamoides, Parálisis Permanente).
Y como decíamos unas líneas más arriba, el año de los accidentes y muchas otras cosas. Un año ejemplar para entender de dónde veníamos y hacía dónde íbamos, un año paradigmático de alucinante convivencia entre la violencia política y social por un lado y la diversión merecida y desatada (“una ciudad sin fiestas no es ciudad”, dijo el alcalde), por otro, con Malasaña como punta de lanza. La crónica impecable de Lezcano paseándonos por el Madrid ochentero refleja una España que parece muy lejana y que sin embargo explica mucho de la España actual y, además, lo hace sin dar nada por sabido, fascinando a los que nos acordamos mucho de entonces y a los que se acercan por primera vez a los hechos.
Los que no tenían edad entonces solo pueden leer con verdadero asombro las páginas dedicadas a la irrupción y el impacto de la heroína en la ciudad. El 80% de los delitos contra la propiedad estaban cometidos por heroinómanos. Un dato tremendo: de 1976 a 1983 el incremento de atracos a entidades bancarias se cifró en un 6.000%. La violencia crecía a medida que aumentaba el número de bandas. De algunas de ellas da cuenta Lezcano pero para ese universo concreto hay que adentrarse, sin duda alguna, en los Macarras interseculares de Iñaki Domínguez (Barcelona, 1981). Estamos antes una irresistible historia oral por boca de algunos de quienes fueron atentos testigos o vivieron en primera persona, como los fotógrafos Miguel Trillo o Alberto García-Alix, de aquellos tiempos en que los manguis, chuletas y camorristas, al abrigo de sus respectivas pandillas, camparon a sus anchas por calles, parques, descampados y garitos de la capital.
No cabe sacar de su lectura una anatomía fiable del macarra madrileño, tal era su variabilidad según el barrio, el nivel socioeconómico e incluso los gustos musicales. Dicho esto, sí podemos afirmar que el macarra, al menos el clásico de los años ochenta, dominaba el arte del escupitajo, consideraba que la mejor defensa es un ataque (o sea, necesitaba pocas excusas para iniciar o sumarse a una pelea) y frecuentaba los gimnasios para emular las artes marciales de Bruce Lee. Ahora, como bien apunta el autor, el macarreo ha perdido visibilidad en nuestras calles y su influencia se ciñe a la categoría puramente estética que cultivan algunos cantantes: “es un macarreo de cartón piedra, pulcro, desinfectado y esterilizado, empleado exclusivamente con la intención de acumular un capital simbólico que se traduzca, en la medida de lo posible, en lucro económico”.
Como Lezcano, Domínguez también despliega el mapa de Madrid para pasearnos por plazas, avenidas o discotecas al tiempo que nos va contando quiénes reinaban en cada zona pero abarcando desde mediados de los sesenta hasta la actualidad. Ambos se detienen en el impacto del cine quinqui y ambos coinciden en la importancia de algunas fechas, como la del 15 de marzo de 1985, cuando una pelea entre rockers y mods se saldó con la muerte por apuñalamiento de Jesús Demetrio Lefler. Tenía 17 años y aquello provocó el cierre de Rock-Ola y uno de los primeros finales de la movida. Era el Madrid de los ochenta; puede que fuera un Madrid pelín saturado de paro, drogas, delincuencia y trullo pero también iba bien sobrado de unas ganas inéditas de diversión plena. Casi tantas como las que tenemos desde hace ya demasiados meses.
Madrid, 1983. Cuando todo se acelera
Arturo Lezcano
Editorial Libros del KO
445 páginas
21,90 euros
Macarras interseculares. Una historia de Madrid a través de sus mitos callejeros
Iñaki Domínguez
Editorial Melusina
460 páginas
19,90 euros