Hasta el 22 de mayo, el Museo Nacional Thyssen-Bornemisza presenta Hiperreal. El arte del trampantojo, una revisión del género a través de más de un centenar de obras de gran calidad procedentes de museos y colecciones particulares de todo el mundo. El arco cronológico abarca desde el siglo XV hasta el XXI, pero las obras se presentan ordenadas por materias y escenarios, independientemente de su fecha de ejecución, para poder así resaltar la continuidad de un género que se prolonga hasta nuestros días.
Comisariada por Mar Borobia y Guillermo Solana, Hiperreal. El arte del trampantojo se organiza en ocho secciones: Puesta en escena, dedicado al bodegón; Figuras, encuadres y límites, sobre el engaño a través del marco pintado; Huecos para curiosos, representaciones de hornacinas, vanos o armarios con objetos que engañan al ojo del espectador; Muros fingidos, tablones y paredes convertidos en escenarios para exhibir objetos que muestran la pericia del artista; Desorden perfecto, dedicado a los rincones de artista y a los quodlibet, subgéneros del trampantojo; Llamada a los sentidos, con composiciones cuyo tema principal son las esculturas y las flores; Renovación americana y su estela, dedicado a los renovadores del género en Estados Unidos y a su influencia, y Trampantojo moderno, con piezas que destacan por mostrar la habilidad y la imaginación de sus autores para sorprender, con especial atención a los siglos XX y XXI. La muestra termina con una obra del escultor Isidro Blasco, encargada ex profeso para cerrar el recorrido.
Desde la antigüedad
El término trampantojo –trampa o ilusión con que se engaña a alguien haciéndole ver lo que no es– procede del francés trompe l’oeil, publicado por primera vez en un diccionario de Bellas Artes de 1806, aunque ya había sido utilizado como título de una pintura en 1800. Los primeros ejemplos se encuentran en la antigüedad de Grecia y Roma, en mosaicos y pinturas murales, y son muchas las referencias al arte ilusionista y a la capacidad de los artistas de reproducir la naturaleza en la literatura de la época. El más famoso es el episodio narrado por Plinio en el que los pintores Zeuxis y Parrasio participan en una suerte de concurso de habilidades. El realismo de las uvas pintadas por el primero es tal que incluso los pájaros se acercan para comerlas, mientras que Parrasio presenta una pintura que representa una cortina; Zeuxis le pide que la retire para poder admirar así su obra, pero se da cuenta de que ha caído en el engaño y reconoce la gran habilidad de su oponente. Este relato se hizo muy popular durante el Renacimiento y fueron muchos los que quisieron emularlo y crear obras que produjeran ese efecto de falsa realidad a través de los más variados recursos y técnicas pictóricas. Junto al hábil uso de la perspectiva, el escorzo o los efectos lumínicos, los pintores introducen todo tipo de juegos visuales, como elementos que se proyectan fuera del cuadro e invaden el espacio del espectador, insectos que parecen posados sobre el lienzo, o materiales y texturas reproducidas con tal detalle que consiguen engañar y fascinar a quien los mira.