─ Señora, señora… ─ la mujer tardó en mirarle. ─Trabajaré un día entero para usted si me da un pedazo de carne…
─ Trabaja un día para mí, y te daré un buen pedazo de carne─, se palmoteó los senos con una risotada, ─ un pedazo de carne grande y magnífico.
─ …Un pedazo de esa carne que cocina.
─ La norma es primero trabajo, luego comida.
─ Me muero de hambre. Llevo una hora caminando y oliendo esa carne. ¿No podría darme un pedazo de carne ya? Trabajaré dos días para usted por un pedazo de carne.
Ella lo miró con pena.
─ La carne me la dio mi hombre. Tengo que tenerla lista para cuando vuelva. Toda para él. Ni siquiera yo puedo comerme un pedazo. Si llega y falta algo me dará una paliza.
Se hizo un silencio profundo.
─ Entiendo señora. Hay hombres así.
Ahora fue el muchacho el que se quedó con la mirada perdida, lejos en la distancia y el tiempo, en un recuerdo anterior al comienzo del camino. La mujer creyó adivinar,
─ Ya. Por eso te fuiste. Y ahora, ¿dónde vas?
─ A California. Hay trabajo allí.
─ No puedes llegar caminando.
El muchacho se encogió de hombros.
─ Tampoco puedo volver.
─ A veces por aquí pasan familias que van allá. No muchas, esto no es la autopista: es un sitio salvaje, dejado de la mano de Dios. Espera en una estación de gasolina que un auto pare y te lleve.
─ Todos quieren alguien que les ayude con la gasolina. O al menos que pueda pagarse su propia comida.
La mujer sintió el cansancio y el hambre del muchacho.
─ Así que camino. Robo comida de los huertos. Todavía hay maíz y calabazas sin recoger. Duermo en cobertizos abandonados o bajo un árbol. A veces trabajo por comida. ¿Podría dormir esta noche en su establo?
─ Si mi marido llega y te encuentra aquí nos matará a los dos.
─ Entiendo. Es mejor que siga caminando. Me alegro de haberla conocido, señora.
El muchacho quiso caminar, pero no pudo. La mujer sintió su cansancio. Pensó: “Pobre muchacho, lleva el cansancio en el alma. Fue el cansancio lo que le hizo salir a morir caminando. ¡Qué cansados estamos los dos!”.
─ Espera. El pasó hace un rato hacia el sur. Iba al prostíbulo. Va cuando se emborracha. Duerme la borrachera allí y entonces nunca vuelve hasta el día siguiente. Pasa. Descansa. Había asado unas patatas para mí. Te daré algunas. Luego tienes que seguir.
El muchacho miraba la comida con ansiedad, pero comía despacio, tratando de que le durara. En el silencio de la noche la mujer reconoció el ruido de la camioneta que llegaba.
─ ¡Rápido! Escóndete en el establo.
El vehículo frenó bruscamente. Un hombre bajó tambaleándose por el alcohol.
─ ¡Maldita puta, os voy a matar a los dos! ¿Dónde lo tienes escondido?
─ ¡Aquí no hay nadie!
El hombre la derribó de una bofetada.
En el establo el muchacho temblaba. En ese terreno yermo ese era el único escondite, pero también el primer sitio donde el hombre comenzaría a buscar. Se quedó de pie en la oscuridad, esperando ver la silueta del hombre en el contraluz de la puerta.
─ Pasé un muchacho que venía caminando. Pensé que iba donde las putas. Pero no llegó. Así que está aquí, con la puta mayor, la más puta de todas.
─ ¡Aquí no hay nadie! ¡Estas tan borracho que deliras!
Una mula relinchó nerviosa por el olor del extraño. El hombre dio una patada en un costado a la mujer caída y salió hacia el establo. La mujer quedó temblando, escuchando los ruidos: la puerta que se abría, el rugido de rabia del marido, luego un golpe seco y un cuerpo que caía al suelo. Ella esperó temblando: “Y ahora me matará a mí”. Cerró los ojos al sentir que venía. Se sorprendió de no comenzar a recibir golpes.
─ Entró como una tromba, como un oso, con los brazos abiertos. Ni siguiera pensó en cubrirse. Le di un directo a la mandíbula y cayó al suelo. Se golpeó la nuca con el cemento.
Hizo una pausa. La mujer leyó el final en los ojos aterrados del muchacho.
─ Está muerto.
La mujer se levantó lenta, dolorosamente. Tal vez ese bruto le había roto una costilla. No sería la primera vez.
─ Llevaba años deseando que ese maldito hijo de puta se muriera. Supongo que me has hecho un favor.
─ ¿No va a entregarme a la policía?
─ No quiero que te ahorquen.
─ El juez me declararía inocente: legítima defensa.
─ Ni sueñes con llegar a un juicio. Mi marido era amigo de todos los borrachos del condado. Este es un sitio aburrido, y un linchamiento es una fiesta.
─ Ya.
─ Puedo decir que vino tan borracho que se cayó y se rompió la crisma.
El muchacho hizo un gesto negativo.
─ No, vea.
Caminaron hasta el establo. El muerto estaba bocarriba, tumbado en el piso, con los brazos a los lados. Tenía una expresión de asombro en los ojos. La mandíbula estaba desencajada y parecía quebrada.
─ Le diste fuerte, muchacho.
─ Lo más fuerte que pude. Era mi vida o la suya.
─ La suya o la nuestra.
Hubo unos minutos de silencio, los dos mirando fascinados al muerto. Luego la mujer habló con la decisión de un plan completo.
─ Vamos a meterlo en su camioneta. Sales a la derecha. Cuenta los caminos que cruces. El primero es el de la finca de los Simpson, te dispararán si te acercas a su casa. El segundo es la iglesia mormona. Toma el tercero a tu derecha, síguelo hasta que veas un caserío con luces encendidas. Es el prostíbulo. Apenas lo veas giras en redondo, sacas el auto del camino y lo chocas contra un árbol. Que parezca que murió en el choque. ¿Podrás hacerlo?
─ He hecho cosas peores.
Llevaron la camioneta detrás de la casa: era peligroso que alguien la viera. La mujer registró los bolsillos del muerto.
─ Maldita sea, ni un dólar, como siempre.
Les costó trabajo meter el muerto en la camioneta. La mujer gritó por el dolor de la costilla rota. También el muchacho se quejó varias veces.
─ Creo que me he roto la mano.
─ Mejor que nadie se de cuenta. Aquí la gente saca conclusiones muy rápido.
Había una botella en el asiento. La mujer tomo un trago, tosió, y se lo escupió al muerto encima.
─ Es el peor matarratas que he probado. Solo este asqueroso borracho puede tomar esto. Cuando choques la camioneta, rompes la botella y se lo tiras encima. Cuanto más huela a alcohol, mejor.
Le paso las llaves al muchacho.
─ Todo listo. Camina después del choque. Pide trabajo en cada rancho que veas. Algunos necesitan gente. Finge un accidente para tu mano. Si no puedes trabajar y te echan, puedes volver aquí. ¿Entendido?
El muchacho asintió con la cabeza.
─ Cuando sepan que mi marido está muerto comenzarán a hablar. Tú solo calla. Oirás muchas cosas de mí. No son ciertas. Al menos, no todas. Una mujer con un marido borracho y abusador tiene que hacer lo que sea para sobrevivir. Ahora vete. Buena suerte.
El muchacho titubeó un momento.
─ Antes de irme, no podría darme un pedazo de carne… un buen pedazo de carne… de esa que está cocinando.
Más sobre el III Premio de Cuentos Breves Maestro Francisco González Ruiz
hoyesarte.com, primer diario de arte y cultura en español, convoca la tercera edición del Premio Internacional de Cuentos Breves Maestro Francisco González Ruiz, que incluye un primer galardón dotado con 3.000 euros y un segundo reconocimiento dotado con 1.000 euros. Además se establecen dos accésits honoríficos.
Los trabajos, de tema libre, deben estar escritos en lengua española, ser originales e inéditos, y tener una extensión mínima de 250 palabras y máxima de 1.500 palabras. Podrán concurrir todos los autores, profesionales o aficionados a la escritura que lo deseen, cualquiera que sea su nacionalidad y lugar de residencia. Cada concursante podrá presentar al certamen un máximo de dos obras.
El premio constará de una fase previa y una final. Durante la previa, cada semana el Comité de Lectura seleccionará uno o más relatos que, a juicio de sus miembros, merezca pasar a la fase final entre todos los enviados hasta esa fecha. Los relatos seleccionados se irán publicando periódicamente en hoyesarte.com. Durante la fase final, el jurado elegirá de entre las obras seleccionadas y publicadas en la fase previa cuáles son las merecedoras del primer y segundo premio y de los dos accésits.
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Fechas clave
Apertura de admisión de originales: 10 de enero de 2022
Cierre: 24 de junio de 2022
Fallo: 10 de octubre de 2022
Acto de entrega: Último trimestre de 2022