Como recuerda su comisaria, Yolanda Romero, en las primeras décadas del XVII, frutos, flores y otros objetos inanimados aparecen liberados de su función ancilar de las escenas narrativas. Desde entonces tratan de alegorizar los aspectos más nucleares de la vida y de la muerte. Desde que se forjaran, estos géneros pictóricos fueron el hermano pobre en la familia de las grandes clasificaciones académicas. En el polo opuesto de lo histórico, lo mitológico y lo religioso, eran un arte de lo pequeño, una mirada a lo insignificante que acabará cobrando tintes revolucionarios para la historia, como demuestra su recuperación por parte del arte moderno y contemporáneo.
Si en la muestra 2328 Reales de vellón, con la que el Banco inauguró en 2021 la sala de exposiciones de Cibeles, la figura humana, a través del retrato y lo que conlleva de narrativo, único o excepcional, constituía el elemento central del relato, ahora, estos temas se desplazan para dar paso a la naturaleza, a lo aparentemente intrascendente, a lo anónimo y lo frágil.
La muestra reúne cerca de cincuenta obras y es un viaje desde los orígenes de estos géneros, en el Barroco, hasta el momento actual. Una oportunidad única para acercarse a los fondos contemporáneos de la Colección en un recorrido a través de diversos medios artísticos: pintura, dibujo, escultura, fotografía, tapices y otros objetos de artes decorativas.
Esta exposición está dedicada a José María Viñuela (1944 – 2022), conservador del Banco entre 1982 y 2015 y figura imprescindible en la historia de su colección.
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Cinco secciones
– El Barroco: florecimiento y fructificación. El bodegón contribuyó a la creación de una cultura aristocrática urbana distinta en el Madrid del siglo XVII. No obstante, este auge no impidió que mantuvieran una reputación baja dentro de las categorías académicas, ya que no se consideraba ni tan complejo técnicamente como el retrato ni tan elevado moralmente como la pintura religiosa o la histórica. Pomona y Vertumno de Van der Hamen, constituye el núcleo central de esta exposición, junto con su pendant, cedido por el Museo del Prado: Ofrenda a Flora.
– El bodegón: academia y vanguardia. El nacimiento del género se basa en la concepción realista de la pintura que surge en el Barroco. Los juegos especulares y transparencias, la observación de las formas naturales y las reflexiones sobre la fugacidad de todo lo viviente son elementos que penetran en estas obras.
– Flores y frutos para pensar la imagen: bodegones inimaginables. La combinación de obras del pasado con otras más recientes es lo que singulariza esta exposición. En esta sección se muestran las transformaciones del género en obras relacionadas con el ámbito de la fotografía, el medio por excelencia de la fugacidad.
– Gabinete botánico I: flores de otro mundo. En la Edad Moderna, las expediciones coloniales y el encuentro con nuevas especies potenciaron una colaboración entre lo científico y lo artístico. Estas disciplinas han dejado su poso en los discursos de numerosos artistas que han lanzado una mirada decolonial hacia aquellas prácticas cuyas rémoras se sienten en la actualidad.
– Gabinete botánico II: mirar sin oler. Esta última sección se adentra en el papel artificioso de la fotografía, en cómo este medio revivifica el componente de puesta en escena que contenía el bodegón pictórico tradicional.
Artistas
Paula Anta, Juan de Arellano, Alberto Baraya, Giovanni Battista Crescenzi, Lothar Baumgarten, Francisco Bores, Hannah Collins, Gabriel de la Corte, Pancho Cossío, Hans-Peter Feldman, Joan Fontcuberta, Sandra Gamarra, João Maria y Pedro Gusmão y Paiva, Federico Guzmán, Sheroanawe Hakihiiwe, Joan Hernández Pizjuán, Fritzia Irízar, Carmen Laffón, María Loboda, Francisco López Hernández, Linarejos Moreno, Vik Muniz, Antoni Muntadas, Geraert Peemans, Gonzalo Puch, Xavier Ribas, Antonio Saura, Wolfgang Tillmans, Miguel Ángel Tornero, Juan van der Hamen y León, y Rafael Zabaleta.