Su práctica se basa en las relaciones, más que en la creación de objetos, y anima a los espectadores a volver a familiarizarse con el mundo natural. Para esta muestra ha creado una serie de nuevas piezas con la participación de las comunidades locales, tanto humanas como no humanas, incluida una obra submarina grabada frente a la costa de Santander y otra con ciudadanos cántabros que han creado, junto con Shimabuku y otros artistas locales, más de cien cometas personalizadas que hicieron volar conjuntamente en el anfiteatro del Centro.

Shimabuku en la exposición ‘Pulpo, cítrico, humano’. Foto: Belén de Benito.

En su práctica artística, destaca Bárbara Rodríguez Muñoz, cocomisaria de esta muestra y directora de Exposiciones y de la Colección del Centro, Shimabuku «provoca experimentos en espacios naturales o públicos, experimentos que son muy abiertos, sin muchas restricciones ni instrucciones, y en los cuales los organismos participantes –un pulpo, un cítrico, un humano…– pueden hacerlo siguiendo su propio ritmo y capacidades».

Las entidades implicadas se convierten así en el público principal de sus intervenciones: una exposición para monos, una escultura para un pulpo, un encuentro entre un pez y una patata… Todo ello se documenta mediante fotografías, vídeos, esculturas o textos. Obras que surgen de lo mundano, de la propia curiosidad y de los deseos del artista, y evolucionan lentamente con el tiempo, con ciertos protagonistas que se manifiestan en variaciones a través de múltiples experimentos, adaptándose a nuevos contextos y ecologías.

Ofrenda

En 2019, Shimabuku realizó una obra titulada Sculpture for Octopuses: Exploring for Their Favorite Colors (Escultura para pulpos: explorando sus colores favoritos), que consistía en colocar dentro de un acuario de pulpos una composición de canicas de cristal y jarrones realizados por el propio artista. Este experimento se basaba en la curiosa costumbre de los pulpos de recoger y llevar consigo piedras y conchas marinas, y su afición por meterse en espacios angostos, como un jarrón de flores.

Para esta exposición en el Centro Botín, Shimabuku ha colocado una versión más grande de estas vasijas en el lecho marino frente a la costa de Santander. Así, Going to meet the Octopuses of Santander (Ir a conocer a los pulpos de Santander), 2024, fue una ofrenda para estos cefalópodos y un escenario para observar sus interacciones, que fueron grabadas bajo el agua por un equipo de buceadores al que se unió el propio artista.

El Centro Botín presenta ‘Pulpo, cítrico, humano’, la primera exposición institucional en España del artista japonés Shimabuku. Foto: Belén de Benito.

Como continuación de su proyecto de 2006 Flying Me (Volándome), para el que utilizó un autorretrato a tamaño real dibujado en una cometa que vuela silenciosamente por un cielo azul, en el Centro Botín ha trabajado con la población local en la creación de cometas a su imagen y semejanza, que volaron al mismo tiempo el 29 de septiembre, y que ahora se muestran como instalación en el espacio de la exposición.

También se puede ver Something that Floats/Something that Sinks (Algo que flota / Algo que se hunde), 2010, que presenta frutas dispuestas dentro de tanques de cristal con agua que exponen un extraño fenómeno natural: algunas frutas de la misma especie flotan, mientras que otras se hunden. Para la exposición, los recipientes contienen una selección de cítricos de otoño de Todolí Citrus Fundació.

El Centro Botín presenta ‘Pulpo, cítrico, humano’, la primera exposición institucional en España del artista japonés Shimabuku. Foto: Belén de Benito.

Otras obras incluidas en Pulpo, cítrico, humano exponen el desplazamiento de seres vivos de un lugar a otro, como ocurre en Exhibition for the Monkeys (Exposición para monos), 1992, una serie de fotografías que documentan a los descendientes de los macacos japoneses que fueron trasladados a un santuario desértico de Texas para un experimento científico en 1972. Shimabuku tenía curiosidad por saber si esos monos aún recordaban la nieve, a pesar de no haber estado en contacto con ella durante generaciones, así que les trajo un montón de hielo de una gasolinera cercana y observó sus reacciones.

Encuentros y humor

También se expone la película Shimabuku’s Fish & Chips, 2006, que documenta el encuentro entre los ingredientes del plato inglés mostrando a una patata que emprende un viaje submarino por Liverpool para encontrarse con un pez.

La muestra también incluye una serie de sus primeras obras fotográficas –Tour of Europe with One Eyebrow Shaved (Vuelta por Europa con una ceja afeitada), 1991; Symbiosis (hyacinth & black gold fish) (Simbiosis: jacinto y pez dorado negro), 1992; Christmas in the Southern Hemisphere (Navidad en el hemisferio sur), 1994, o Sitting on the Wave (Sentado sobre la ola), 1998– dando testimonio de su enfoque nómada y efímero de la creación artística y ofreciendo nuevos puntos de vista de la vida.

Como concluye Bárbara Rodríguez Muñoz, «me parece maravilloso cómo Shimabuku difumina de una manera extraordinaria estas fronteras que a veces podemos ver entre lo que es proceso y lo que es obra, lo que es naturaleza y lo que es cultura, lo que es colaborador y lo que es público. Y algo que también me fascina de su obra, y que me encantaría que todas las personas que vengan también puedan apreciar, es que no hay jerarquía. Él muestra el mismo tipo de curiosidad hacia el pulpo, el cítrico o el humano… el mismo nivel de empatía, de compromiso, y lo hace con mucha osadía. Y también con grandes dosis de humor. Y creo que de esta manera nos tiende un puente para conectarnos con otras maneras de estar y con otras maneras de situarnos en la naturaleza».


La exposición irá acompañada de una publicación, coeditada con La Fábrica, con textos de la investigadora Filipa Ramos y el artista Philippe Parreno, así como una conversación entre Shimabuku y Rodríguez Muñoz. Además, en 2025, invitará a otros artistas a participar en el Taller de Arte de la Fundación Botín que dirigirá en Santander como cierre de la muestra.

Para disfrutar

Fátima Sánchez Santiago, directora ejecutiva del Centro Botín, considera que «esta es una exposición para disfrutar, para sentirse bien» y destaca dos características que la hacen muy especial: «En primer lugar, que el artista, en las numerosas ocasiones que nos ha visitado para prepararla, se ha identificado, ha vivido, ha conocido los diferentes lugares de la ciudad y a sus gentes. Y esto se ha trasladado a que más de cien personas hayan participado en su creación, y esto es para nosotros verdaderamente especial. Y también porque nos hace mirar de manera clara y directa de una forma nueva y diferente… Mirarnos a nosotros mismos, que nos hemos visto volar en el cielo de Santander, pero también a los pulpos del Cantábrico o a los cítricos, que ya nunca más serán los mismos para nosotros. Y esta es la misión del Centro Botín, su misión social. Desarrollar la creatividad de todos nuestros visitantes. Y esa creatividad empieza porque seamos capaces de mirar a nuestra comunidad y a nuestro entorno cotidiano de una forma nueva».